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Navarro, un alcalde tranquilo y discreto para reflotar un PSC en horas bajas

No hace ni diez meses Pere Navarro era un auténtico desconocido en la política

El primer secretario del PSC, Pere Navarro, junto a la exconsellera de Justicia Montserrat Tura, tras haber sido elegido como candidato socialista a las elecciones catalanas del 25 de noviembre.(EFE/Toni Garriga)

El primer secretario del PSC, Pere Navarro, junto a la exconsellera de Justicia Montserrat Tura, tras haber sido elegido como candidato socialista a las elecciones catalanas del 25 de noviembre.

Pere Navarro se alzaba con el liderazgo del primer partido de la oposición: un PSC en mínimos tras el peor ciclo electoral de su historia. Entonces, a pesar de ser el candidato del ''aparato'' del partido, aparecía como la cara nueva necesaria para encabezar ese "nuevo PSC" que quería dejar atrás el tripartito y el declive socialista, época que Navarro había vivido desde una discreta segunda fila, consolidado en la alcaldía de Terrassa (Barcelona), su ciudad.

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Desde la confección de su equipo ejecutivo, Navarro impregnó la dirección del PSC de lo que él mejor conoce y en lo que más cree, el municipalismo. Y lo hizo no sólo en los nombres sino también en las formas: más calle y menos despachos, más gestión y menos declaraciones, más discurso propio que réplicas al tema del día.

Pero el alcalde tranquilo y discreto enseguida tuvo que lidiar con el ritmo acelerado y las exigencias mediáticas de la política catalana, centrada además durante estos meses en el eje identitario, el menos cómodo para un PSC que ha dejado ver su división interna como nunca.

El lema ilusionante "nuevo PSC" fue casi imposible de defender para un Navarro que heredaba una bancada parlamentaria de antiguos cargos de la época tripartita, quienes además no han tenido reparos en desoír sus mandatos y criticar públicamente su gestión al frente del partido.

A pesar de su carácter afable y conciliador, Navarro no titubeó a la hora de hacer dos gestos de fuerza para tratar de resolver esta dicotomía entre su dirección y la del grupo parlamentario: les reprendió en una conferencia antes del verano y a la vuelta de las vacaciones lo rediseñó, pero lo hizo demasiado tarde: pocas semanas después CiU adelantaba las elecciones en Cataluña.

Estos comicios anticipados han abocado a Navarro a encabezar el cartel electoral con un gusto agridulce: él, que se había presentado como el líder que volvería a conectar el PSC con la sociedad, se enfrenta ahora a las urnas sin el aval de unas primarias, ni abiertas a la ciudadanía ni reducidas a la militancia.

Vinculado al socialismo desde muy joven, Navarro (Terrassa, 23-12-1959) no ha ocultado su malestar en estos meses por lo difícil que era situar su mensaje social en un momento de efervescencia soberanista, pero aún así no ha dudado en ir a contracorriente y defender a capa y espada los servicios públicos mientras el debate lo monopolizaba el pacto fiscal o el debate secesionista.

Más difícil lo ha tenido aún para situar otro de sus temas bandera: el medioambiente. Y es que Navarro, especializado en microbiología, comenzó su carrera laboral en un mundo bien distinto al de la política: como biólogo en una clínica de Terrassa, donde hizo sus primeras prácticas tras licenciarse en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Su ciudad y el partido son dos de las grandes pasiones de su vida, que ha estado íntimamente ligada a ellas. No en vano, fue en las juventudes socialistas donde conoció a la que hoy es su mujer y con la que tiene dos hijas veinteañeras que están a punto de volar del nido familiar.

El alcalde tranquilo y reflexivo acostumbra sin embargo a caminar muy rápido, tanto que a sus colaboradores a veces les cuesta seguirlo. Va a pie siempre que puede, e incluso se baja del coche oficial antes de llegar al Ayuntamiento o a la sede del PSC en Barcelona, para poder pasear un poco antes de entrar al despacho.

Siempre que sus obligaciones se lo permiten, Navarro, apasionado de las motos de gran cilindrada, se concede una vuelta en su Kawasaki 500 trail, a la que ahora tiene bastante aparcada por falta de tiempo libre.

Como buen alcalde, Navarro se siente más cómodo en la distancia corta que con una pantalla de por medio, y su cercanía y sencillez no tardan en aparecer a la primera ocasión: hace pocos días en la Fiesta de la Rosa socialista sorprendió a los periodistas que cubrían el acto acercándoles él mismo unos aperitivos para que pudieran seguir trabajando.

Pero en los dos meses escasos que quedan para las elecciones, Navarro tendrá que asumir y afrontar el reto de la distancia larga: debe redoblar esfuerzos al ser uno de los candidatos menos conocidos para la ciudadanía y, al mismo tiempo, lograr que el PSC aparezca como una alternativa creíble a CiU en unas elecciones planteadas en clave soberanista.

 
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