Sociedad | Actualidad
UN PERIODISTA DE LA SER, CONDENADO POR NO REVELAR SUS FUENTES

Un Mitch en los juzgados

Madrid

Hay juicios en los que te condenan antes de sentarte en la sala. El frufrú de algunos ropones ya prejuzga que te van a dar. Un ejemplo: usted es periodista y va a juicio acusado de un delito de calumnias, que es como mentar la soga en casa del ahorcado. Le acusa alguien al que los datos ciertos, contrastados y rigurosos, han situado como presunto autor de irregularidades manifiestas en la gestión de fondos destinados a la solidaridad. En concreto, para la reconstrucción de viviendas en El Salvador tras el huracán Mitch. La Unión Europea, que concedía las ayudas, había pedido a una ONG los justificantes de sus operaciones porque las cuentas no le cuadraban. Las fuentes que usted maneja le indican que ante ese requerimiento se habían dado órdenes para manipular facturas. Usted aporta la fotocopia de las facturas manipuladas. Ante la presión de la defensa (y la misma petición del juez en la fase de instrucción) rehúsa revelar sus fuentes, dar el nombre de quién le ha hecho llegar la información. El encausado se niega en pleno uso de su potestad constitucional y del código deontológico que le obliga a proteger a sus informantes. Como no revela la fuente, la parte acusatoria infiere que las facturas las ha falsificado él mismo. Con un rotring del 0,4, seguramente. Y el juez debe considerar, a tenor de la sentencia, que es cierta su incriminación en la manipulación. Ha comprado el argumento.

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Ha esgrimido usted en su defensa datos veraces. Ha hecho su trabajo: las llamadas oportunas, las comprobaciones pertinentes. Presentó pruebas que demostraban inequívocamente la existencia de irregularidades. Incluso un documento de la Oficina antifraude de la UE confirmando las mismas y reclamando la devolución de una parte de los fondos. Un documento que no admitió el juez como prueba. Cualquiera sabe por qué, porque los designios de ciertos jueces son inescrutables. Pero ya decimos, hay condenados antes de ser juzgados. De hecho, el juez le ha preguntado a usted, antes de comenzar el juicio, cómo haría pública la sentencia en caso de resultar condenado. ¡Antes de empezar la vista¡ También volvió a preguntarlo, por cierto, en sus conclusiones.

Y punto y final. A usted le condenan por calumnia. Estaba en el guión que algunos jueces escriben torcido con renglones torcidos.

Al periodista Pedro Jiménez, de la Cadena SER, le han condenado por calumnias. Recurriremos, confiados en que ha de existir otra justicia en los pliegues del sistema. Pero también le han condenado a usted, que es el propietario del derecho a la información que Pedro Jiménez sólo administraba. Y por eso, cumpliendo con el pacto tácito que los periodistas tenemos con el resto de la sociedad, Pedro Jiménez y la Cadena SER contaron informaciones veraces, contrastadas y de interés público. Este es el juego que ha permitido conocer las corrupciones y los latrocinios que en España han sido y seguirán siendo. Se hace informando con rigor y protegiendo las fuentes. Si esta sentencia fuera imitada por otros jueces, se estaría poniendo en riesgo el sistema que permite que los medios controlen la acción de los poderes públicos y las desviaciones de la sociedad. Ése es el debate.

Una sentencia extrañísima. Tanto debate sobre la objetividad de los periodistas para descubrir tarde que nos hemos saltado el debate sobre la objetividad de ciertos jueces.

Respetamos la sentencia aunque no la compartimos. Recurriremos, queda dicho. Mientras, disfrutaremos del placer que proporciona trabajar codo con codo con según qué condenados.

Antonio Hernández-Rodicio es director de Informativos de la Cadena SER.

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