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Análisis:

Ángela Murillo, atrapada por la espontaneidad

Al paso que lleva, Ángela Murillo, está poniendo las cosas fáciles a los abogados de los terroristas

Hace pocos meses, otra pendencia con el acusado Arnaldo Otegui le costó la reprimenda del Tribunal Supremo y la anulación del juicio por falta de imparcialidad cuando espeto al condenado: "Ya sabía que no me iba a contestar a la pregunta sobre si rechaza la violencia".

En esa ocasión, el comentario le salió del alma, como muchas de sus expresiones que caracterizan a una persona jovial, muy centrada en su trabajo y ajena a los saraos judiciales, pero a quien le pierde la espontaneidad.

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Ángela Murillo dice lo que piensa con una retranca cacereña a veces muy elocuente, pero se equivoca cuando lo hace delante de los acusados. Su despistada fórmula para encarrilar los juicios de ruptura de ETA, siempre desafiantes y con desprecio al tribunal, le ha hecho tener varios encontronazos con los imputados y sabía que el caso de este miércoles con el jefe de ETA en el banquillo no iba a ser una excepción.

Ella es la que controla el botón para apagar el micrófono, pero una vez más el despiste o la ingenuidad de que no se la podía oír, le jugó una mala pasada, tanto que los abogados van a utilizar el insulto como lo hicieron con Otegui por exteriorizar precipitadamente un juicio contra los acusados.

Un error mayúsculo, dicen en la Audiencia, donde nadie duda de la profesionalidad, empatía y horas de sueño que le echa esta juez a la vida profesional. Una indiscreción de la que está muy arrepentida, según nos cuentan, pero que hace flaco favor a la premisa jurídica "como la mujer del Cesar".

Javier Álvarez

Javier Álvarez

Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en La Cadena SER donde esta vinculado a la sección de Justicia...

 
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