Los disturbios en la periferia parisina, el precedente francés
La violencia se extendió por 300 localidades y el gobierno tuvo que decretar el estado de emergencia
En otoño de 2005 la muerte accidental de dos adolescentes de origen africano provocó un estallido social alimentado por la pobreza, el paro y la marginación social de ciudadanos nacidos franceses de origen extranjero.
Más información
En otoño de 2005 la muerte de dos adolescentes de origen africano que fallecieron electrocutados cuando se escondían de la policía en Clichy-sous-Bois, en la periferia de París, desencadenó la peor oleada de disturbios que había conocido Francia desde mayo del 68. Aquella fue la espita de una situación social al límite. Al día siguiente, 400 jóvenes se enfrentaron a 300 policías en el barrio de los fallecidos. La violencia urbana, que se desató durante dos semanas, llevó al gobierno a decretar el estado de emergencia. 300 localidades fueron escenario de los destrozos: más de diez mil coches fueron quemados y 200 edificios públicos dañados. Hubo 4.000 detenidos y 400 condenados a prisión.
La falta de oportunidades, la inmigración, la pobreza y el fracaso en la integración fueron el caldo de cultivo. Los disturbios tenían como protagonistas anónimos a jóvenes, de nacionalidad francesa, pero de origen extranjero que sufrían altas tasas de fracaso escolar y altas tasas de paro. En algunos de los barrios protagonistas de las revueltas, la tasa de desempleo superaba el 30%.
Pero También hubo otro protagonista: Nicolas Sarkozy, por entonces ministro del Interior, que ganó puntos en su carrera hacia la presidencia del país avivando la llama social. Llamó "chusma" a estos jóvenes, negó fallos del sistema y vinculó los disturbios con la criminalidad. El hoy presidente de Francia habló de tolerancia cero, de vandalismo organizado y propuso la expulsión de los implicados. Los actos vandálicos se multiplicaron y extendieron.
En 2010 Francia acogía a 6,7 millones de inmigrantes, un 11% de su población. Según el Instituto Francés de Estadística, un 23% de la población francesa tiene un padre o un abuelo inmigrante.
