Unos 250.000 'indignados' en la mayor protesta de la historia de Israel
Esta noche las calles de las principales ciudades israelíes se han llenado de gente para quejarse de la carestía de la vivienda y la vida, en una protesta inspirada en la española
Se ha convertido en la mayor contestación social de la historia del país. "Más de 200.000 personas se están manifestando en Tel Aviv, unas 30.000 en Jerusalén y entre 20 y 25.000 en distintas ciudades en el resto del país", cuenta Miki Rosenfeld, portavoz de la Policía, que señaló que "no se ha registrado ningún incidente".
El servicio de noticias israelí 'Ynet' elevó a 300.000 el número de manifestantes, lo que dobla el récord histórico que convocó a 150.000 por los mismos motivos el pasado sábado.
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"El pueblo pide Justicia Social" fue el principal grito que se oía entre quienes recorrían las calles de Tel Aviv, una marea en la que había muy pocas banderas, la mayoría del Estado judío, aunque también alguna palestina y de color rojo.
No eran visibles enseñas de partidos políticos, una muestra de que el descontento trasciende las divisiones políticas. Los manifestantes eran mayoritariamente jóvenes, que avanzaban al ritmo de cacerolazos y pitadas de trompetas. "Es muy emocionante cómo todo esto comenzó de repente, son cosas que sentimos desde hace mucho tiempo pero nunca habíamos salido así a la calle. Lo más bonito es vernos a todos unidos con un mismo grito por la justicia social", declaró la joven de 31 años Yael Gur.
En una terraza, dos hombres disfrazados del que fue primer jefe de Gobierno israelí, David Ben Gurión, y del fundador del sionismo, Theodor Herzl, daban discursos y debatían entre ellos sobre la situación del país.
Una pancarta plasmaba el lema del sionismo "Si lo queréis, no será una leyenda", aplicando a la situación social la conocida consigna de Herzl, mientras otra leía "El pueblo contra el Gobierno", y una tercera rezaba "Las personas por encima de los beneficios". "Egipto está aquí", leía otro de los carteles, en referencia a las revueltas de febrero centradas en la plaza cairota de Tahir, que acabaron con la caída del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
La adolescente Mía Aviv explicó que la gente ha salido a la calle "para decirle al Gobierno que nosotros les elegimos y ellos tiene que ayudar y representar al pueblo y no al revés, como sucede ahora". "Nosotros no queremos que caiga el Gobierno, pero tampoco creo que vaya a cambiar de la noche a la mañana y volverse un Gobierno socialmente comprometido", añadió la joven de 15 años.
Las marchas no se iniciaron hasta las nueve de la noche, finalizada la jornada sabática de descanso, sagrada para el judaísmo, pero a lo largo de la tarde medio centenar de autobuses llenos de estudiantes llegaban a Tel Aviv para participar en las protestas y miles de personas bloqueaban intersecciones en varios puntos del país.
En esa ciudad la manifestación se inició en la plaza de Habima (cerca del campamento de indignados del Bulevar Rothschild) y se dirigió hacia calle Kaplan, donde tiene lugar esta noche un festival de música y discursos en apoyo a los manifestantes. El tráfico permanece cortado en buena parte del centro y la Policía ha pedido a los residentes que eviten sacar sus vehículos.
En Jerusalén, los indignados se congregaron en la conocida como Plaza del Caballo, desde donde se dirigieron hacia la plaza de París, muy cerca de la Alcaldía y la muralla que rodea la ciudad vieja, donde también hubo música para entretener a los asistentes.
Cientos se agruparon en localidades como Kiryat Shmona, Hadera, Eilat y Ashkelon (cerca de la franja de Gaza) donde algunos salieron a la calle con carritos de supermercado vacíos, para expresar las dificultades de la clase media para llegar a fin de mes.
Las protestas de indignación ciudadana contra la subida de los precios (especialmente de la vivienda) y la pérdida de poder adquisitivo se iniciaron hace tres semanas en Israel con un campamento en Tel Aviv y, rápidamente, se extendieron a otras zonas del país y a diversos sectores sociales.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu ha prometido cambios para disminuir los precios de los productos básicos y de la construcción y ha anunciado medidas que los indignados consideran "insuficientes".