Día 4. ¿Cómo colarse sin acreditación?
Después de entrar ayer en El Larguero me quedé un rato en la ventana del hotel hablando por teléfono. Había una noche estrellada preciosa, de esas que no se ven en el centro de Madrid. En la terraza de la SER, en Gran Vía, podemos ver, casi desde el cielo, cómo duerme la capital: una vista panorámica de todos los tejados de la ciudad, con todos los grandes edificios, con los rascacielos iluminados... pero no se ven las estrellas
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Pues precisamente por cómo estaba el cielo pensé que no llovería al día siguiente. Pero desde esta mañana, en Lorient, no ha parado de llover hasta la meta. Y nos ha pasado de todo. Lekuona y yo, con Anselmo, vamos cada día a la salida para ver a los corredores, conseguir alguna declaración y hablar con algún director, mientras Markínez y Cabrera se dirigen directamente a la meta para preparar todo el operativo para los boletines y la retransmisión. Esta mañana hemos llegado pronto, incluso antes que la mayoría de los equipos, pero la lluvia hace que los ciclistas se queden en el autobús hasta el último momento.
Y de ir de un bus a otro he cogido una mojadura de las buenas. Como el equipaje va en el maletero, Anselmo siempre me dice que lleve una camiseta y unos calcetines de repuesto en la mochila, por lo que pueda pasar. Lo que ha pasado es que estaba totalmente calado y me quitado la sudadera antes de entrar al coche para no coger frío en el viaje. Y supongo que con las prisas la acreditación se me ha caído al suelo.
Me he dado cuenta al llegar a la zona de meta. Y aquí empieza el problema. Sin ella no puedes acceder a ningún sitio. La miran en cada valla que cruzas y en cada recoveco que pasas. Parece una tontería, pero es que sin acreditación tampoco puedo llegar a la zona de prensa para decirle a algún responsable que la he perdido. Es como la pescadilla que se muerde la cola, pero es así.
Y, de repente, recordé que el primer día nos habían dado también la acreditación de Linares, que no ha venido y comenta el Tour desde España. Yo tengo un poco más de pelo y algún año menos, pero con un poco de picardía, pasando rápido por este control y esquivando un poco el de allá, para que vean de lejos el pase de prensa sin fijarse en la foto... llegué a mi destino. En fin, que mañana me darán una nueva.
Lo demás ha sido más sencillo, menos por la lluvia. Con las prisas por la acreditación me dejé el chubasquero en el coche y, cuando faltaban unos kilómetros para que llegara el pelotón no dejaba de llover. Con más de una hora por delante con el inalámbrico en la carretera y sin protección para el agua era hombre muerto, así que recurrí a Markínez (que está muy calentito en la cabina, resguardado de viento y agua) y me dejó el suyo. Luego me lo soltó en la transmisión, pero en tono de broma. Su problema es otro. No sabe qué botón ha apretado, pero le ha desaparecido la agenda del móvil con casi mil teléfonos. Ahora, si suena el móvil de Íñigo, la respuesta es siempre la misma. "¿Quién eres?"
Espero que no pase nada más antes de que acabe el día. Hemos venido a dormir a un hotel distinto. Es un castillo, en medio de la Bretaña francesa. Otro día hablaré de cómo son estos sitios, que no tienen desperdicio.