Rubalcaba, 'el salvavidas'

Desde que el 20 de octubre de 2010 Alfredo Pérez Rubalcaba asumió los mayores poderes que ha tenido un ministro en la historia de la democracia, la posibilidad de que fuera el sucesor de Zapatero ha sido constante. Aquel día añadía, a la cartera de Interior, la vicepresidencia primera del gobierno y la portavocía. El presidente Zapatero aseguraba que le había costado trabajo convencerle. Pero el refuerzo era necesario en un momento crítico para el ejecutivo. La solvencia de Rubalcaba era su mejor activo para una crisis no sólo económica, sino también gubernativa.

Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951) ha sido un "todoterreno" para el PSOE desde los tiempos de Felipe González. Como ministro, se estrenó con la cartera de Educación y Ciencia entre 1992 y 1993, periodo en el que promovió las leyes educativas más importantes del gobierno socialista: la Ley de Reforma Universitaria (LRU) y la Ley de Ordenación del Sistema Educativo (LOSE). Un año más tarde sus dotes comunicadoras le llevaron a asumir una cartera de nueva creación: la de Presidencia. Fue el ministro portavoz del último gobierno de Felipe González.

De González a Zapatero, Rubalcaba permaneció como diputado, hasta que, en el 35 Congreso, del que salió secretario general Zapatero, pasó a formar parte del comité federal. Dos años más tarde se encargó de la estrategia electoral para los comicios de 2004, y, con el triunfo socialista, asumió la portavocía del PSOE en el Congreso. Su capacidad negociadora fue entonces clave para sacar adelante leyes como la de Educación (LOE) y la reforma del Estatuto de Cataluña.

Tras el alto el fuego declarado por ETA el 22 de marzo de 2006, Zapatero decidió encomendarle la cartera de Interior. Rubalcaba ya había sido el interlocutor del PSOE con el gobierno Aznar durante la tregua de 1998 y había encabezado la delegación socialista del Pacto Antiterrorista. Tan solo unos meses después sufrió el primer revés con el atentado de ETA en Barajas, y un poco más tarde, la huelga de hambre de De Juana Chaos. Sin embargo, su gestión de la lucha antiterrorista comenzó a dar sus frutos y uno a uno fueron cayendo los jefes militares de la banda terrorista. El acoso llevó a ETA a declarar un alto el fuego el 5 de septiembre pasado. Aún así, la oposición le saca a relucir en un pleno sí y otro también la investigación del Caso Faisán, el presunto chivatazo policial a ETA.

El cántabro, que ya tiene experiencia presidiendo algún consejo de ministros, durante los viajes de Zapatero, fue el foco de atención el 20 de octubre pasado, cuando asumió además de la cartera de Interior, la vicepresidencia primera, y la portavocía. Nunca ningún otro ministro de la democracia había tenido para sí tantos poderes. El PP le reprochó entonces su excesivo pasado, le sacó a relucir el GAL y la corrupción de los tiempos de González.

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Sin embargo, Zapatero estaba convencido de que era el hombre que necesitaba para reforzar la imagen del gobierno y enderezar la política comunicativa ante el asedio de la crisis. Además, el nombramiento le situaba en la primera línea de la sucesión, hacía oficial su poder en el Palacio de la Moncloa, y en el PSOE, ante otros pesos pesados, como Blanco o Chaves.

En su faceta personal, a Rubalcaba le reconocen incluso sus propios detractores su astucia y su poder de oratoria y negociación. Canta a los cuatro vientos su pasión por el fútbol, y en especial por el Real Madrid, y garantiza titulares en las ruedas de prensa y las sesiones de control, en las que no duda en "mojarse" y aportar un toque de buen humor.

A nueve meses de las elecciones generales, con un gobierno muy tocado, una economía que no remonta, y un PSOE hecho trizas por el batacazo de las municipales y autonómicas, Rubalcaba da un paso adelante para afrontar los desafíos que podrían devolver la esperanza al PSOE: la recuperación económica, la creación de empleo, el fin de ETA... Un apuesta fuerte para tratar de subir el último escalón, el más alto, de una trayectoria política labrada a pulso.