Rubalcaba, pluriempleado
Si es que la vida no da para más, y lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
Así ha debido pensar Alfredo Pérez Rubalcaba cuando su jefe de gabinete, tras finalizar la rueda de prensa del Consejo de Ministros, le ha sacado en volandas para llevarle al aeropuerto y pillar el avión para Pamplona.
Y es que, dada la cantidad de vuelos que recibe el aeropuerto de Noáin-Pamplona, no era cosa de perder el de la tarde, que el siguiente puede llegar a Foral City después de terminada la campaña.
"¿Dónde me toca?", ha debido preguntar el "sucesorable" a sus ayudantes. "Hoy nos toca el acto central del partido en Navarra", le han respondido -seguro- diligentemente, después de consultar el planning elaborado por los técnicos-geógrafos-sociólogos-antropólogos de Ferraz.
La ágil mente de Rubalcaba, después de calcular que un vuelo a pamplona no va más allá de tres cuartos de hora, y de desear, inconsistentemente -él lo sabe- que el próximo mitin fuera en Delhi, para darle más tiempo a prepararlo en el trayecto, se ha puesto, es de imaginar, manos a la obra para ofrecer un discurso comme il faut, personalizado, y que dejara contentos a los presentes.
Lo cierto es que los últimos días había estado "full time" con lo de Bildu, y que en la rueda de prensa recién celebrada había tenido que poner en liza sus innegables habilidades de político de oficio y brillante para no levantar más polvareda de la ya levantada por los otros sobre el asunto, y que su cabeza y su reloj habían tenido preocupaciones y apreturas muy diversas y de enjundia -y lo que queda-, pero el compromiuso con los socialistas navarros debía ser solventado de manera aseada.
Rubalcaba, que para esas lides no necesita de grandes asesores, ha tirado de experiencia -es de suponer- y con sabiduría, en la fila de pasillo del avión, ha sacado de su "tupper" mental diversos ingredientes que, bien mezclados, aseguran, bien lo sabe, el éxito: una anécdota de la última vez que estuvo en el lugar en cuestión, en este caso Navarra (la última vez fue hace cuatro años, pero el periodo viene al pelo, hablando de legislaturas), una pizca de llamar varias veces durante el discurso por su nombre a los candidatos locales, que siempre gusta, una referencia futbolística con alusión a su madridismo y unos retales de crítica genérica a la oposición que, además, no pierden sabor y se pueden utilizar en el discurso de mañana en otro sitio.
"¿Y sobre los temas de máxima actualidad?", pregunta -suponemos que fue así- el becario de los asesores.
"Pues digo que a esas cosas es mejor ni responder", le dice muy serio pero muy calmado Rubalcaba.
Con esas cuatro piezas, y el toque del "chef" del retraso del avión, que siempre crea expectación llegar tarde, con el frontón Labrit abarrotado, Alfredo Pérez Rubalcaba se ha presentado esta tarde en Pamplona.
La expectación, efervescente. El discurso, aplaudido a rabiar. El delirio, máximo. El tono de falsa improvisación, especialidad de la casa, aclamado como siempre. Los candidatos locales, encantados. El público afiliado y simpatizante, pleno de fervor captador de votos. Un éxito. Un mitin para recordar.
Tras los abrazos, las sonrisas, el parabién de los suyos, Rubalcaba, ministro de Interior, vicepresidente, posible sucesor de Zapatero, compañero socialista, cabeza de cartel de mitin, se escapa al baño, cierra la puerta, y, todavía antes de pensar en preguntar a los asesores dónde toca mañana, piensa: "Ésto no es vida".