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Siria vive otro viernes sangriento por la represión de manifestaciones contra el régimen

Los médicos confirman 17 muertos en Deraa mientras que la policía reprime con dureza marchas en Damasco, Hama o en la zona kurda del país

En la ciudad de Deraa, principal foco de las protestas pidiendo la caída de la dictadura, fuentes hospitalarias confirman 22 muertos, mientras que miles de personas han salido al grito de "Abajo el régimen" en varios barrios de Damasco y las principales ciudades del país. La policía intenta dispersar con gases lacrimógenos y cañones de agua a unas 2.000 personas en Hama, concentradas en el centro de la ciudad destruido por el padre de Al Assad.

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El patrón ha sido el mismo que el de los viernes anteriores. Miles de personas se han ido congregando en las principales ciudades de Siria a la salida de la oración de mediodía. Han empezado a gritar consignas políticas o cánticos pidiendo el fin de la dictadura y la unidad del pueblo frente a los intentos de poder de dividirles con tensiones religiosas o separatistas.

El corazón simbólico ha sido otra vez la ciudad de Deraa. A menos de 200 kilómetros de Damasco, y cerca de la frontera con Jordania, allí es donde hace semanas empezaron las primeras protestas contra el régimen, que han pasado de exigir medidas de corte local a demandar directamente la caída del dictador, que sustituyó a su padre en el poder al morir este en 2000.

A partir de ahí ha empezado la represión. Los médicos del hospital de Deraa han confirmado a Reuters 22 muertos, aunque testimonios recogidos por activistas y difundidos en la red -sin verificación independiente- dicen haber visto más de 20 cadáveres en la morgue de ese centro.

Los manifestantes lo atribuyen a francotiradores del régimen, que han abierto fuego contra la gente en muchos casos desde los tejados. "Es muy difícil saber quién es quién -relata un testigo a Reuters- porque los agentes de la seguridad no llevan uniforme". La brutalidad atribuida a estos agentes secretos y a las fuerzas policiales regulares no han frenado a grupos que han llegado desde pueblos cercanos.

A pesar del miedo, de las detenciones de decenas de personas por la mera sospecha de simpatizar con las protestas o por pedir la liberación de familiares desaparecidos en los calabozos policiales, la gente ha salido también en Latakia, al Norte, en Abu Kamal, una ciudad cerca de la frontera con Irak, o en los suburbios de Damasco.

En uno de esos inmensos barrios de las afueras de la capital, Duma la gente se ha congregado, a pesar de que diversos damascenos contaban que las líneas telefónicas estaban cortadas. Los lemas coreados van de un genérico "libertad, libertad", a ese otro cántico acuñado por las exitosas revoluciones egipcia y tunecina: "el pueblo quiere que caiga el régimen".

Mensajes de unidad nacional

A media tarde han ido llegando los testimonios de Hama, donde las fuerzas de seguridad intentaban dispersar a unas 2.000 personas a base de cañones de agua y gases lacrimógenos. Algunos activistas citaban en internet el uso de munición real, extremo no verificado ni siquiera por los cauces habituales en este contexto de opacidad.

Lo que pase en esta ciudad tiene siempre especial significación dentro y fuera de Siria, porque aquí es donde el padre de Bashar, Hafiz Al Assad, aplastó una revuelta contra el régimen en los años ochenta, en este caso atribuyéndole una naturaleza de islamismo radical. Nunca hubo una investigación al respecto, pero fuentes diversas han manejado de 15 a 20.000 fallecidos entonces.

El régimen del partido Ba'az ha advertido estas semanas de que quienes se levantan contra él son agentes al servicio de intereses extranjeros y que promueven la división sectaria. Los sirios, emparedados entre las sangrías de Líbano e Irak son muy sensibles a este tipo de mensajes.

Por eso en Al Qamisleh, la principal ciudad del Kurdistán sirio, la gente -que ha salido hoy por primera vez en un número significativo a las calles- lo ha hecho con el lema de "ni kurdos ni árabes, el pueblo sirio es uno".

Hacia esa región se habían dirigido precisamente los últimos guiños reformistas del presidente Al Assad esta misma semana. Ayer anunció que se concedería la nacionalidad a los más de 250.000 kurdos en situación de apátridas desde hace años. Como se ha demostrado hoy, ese mensaje, como los dirigidos al resto de ciudadanos, no han sido suficientes para que hoy no fuera viernes en el corazón espiritual de la 'arabidad'.

 
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