El espectáculo mediático de la mina San José

Desde que a las cinco y diez de la madrugada salió el primer minero a la superficie, el mundo entero sigue con gran expectación cada viaje de la cápsula que desaparece bajo tierra, vacía, y vuelve a emerger con un nuevo minero a bordo.

Un rescate convertido en un espectáculo seguido por millones de personas en todo el mundo, y que ha convertido a los 33 mineros en protagonistas de una historia que ellos nunca habrían imaginado. Tanto es así, que antes de subir les han preparado, no sólo físicamente y psicológicamente, sino que les han preparado también para hacer frente a la avalancha de los medios de comunicación. El desierto de Atacama se ha convertido estos días en un gran plató que apagará sus focos cuando salga de la mina el último de los mineros, el jefe, Luis Urzúa, que podría ver la luz dentro de unas horas, antes de que acabe el día en Chile.

Las imágenes, el final feliz, las historias personales, son ingredientes que hacen de la historia de la mina una historia para los medios de comunicación, cansados también, todo hay que decirlo, de las declaraciones políticas, de los números y la economía. Tan hambrientos estamos de este tipo de historias, que corremos el riesgo de excedernos. Porque el último minero saldrá de la mina, pero al mismo tiempo otros muchos siguen y seguirán bajando, por el mismo escaso sueldo y en las mismas condiciones. Porque un día nos olvidamos de Haití, y allí todo sigue igual o peor que después del terremoto. Porque Pakistán nos pilló demasiado lejos cuando las inundaciones, y sus víctimas, que contamos por miles, hablaban otro idioma.

Decidiendo donde colocamos el foco y donde no, a veces, no somos del todo justos.