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OPINIÓN

Carta sobre Vic

De la Vic clásica inmortalizada en la novela Laura en la ciudad de los santos sólo queda la niebla. De sus cuarenta mil habitantes un veinticinco por ciento son inmigración. De la ciudad de las iglesias, de las calles pobladas por sacerdotes con sotanas y de monjas con hábitos y tocas se ha pasado en el sur de la ciudad a las calles con mujeres con velo y hombres con otras culturas y otras religiones.

Vic, fortaleza del nacionalismo, hace tiempo que se secularizó. Ya no es la ciudad de la que salió el obispo Torres i Bages diciendo Cataluña será cristiana o no será, frase que recupero Jordi Pujol cuando desde la clandestinidad política tejía una red en torno al grupo CC, que nadie supo que quería decir pero quizá significaba Cataluña Cristiana. Hoy Vic es noticia por la controvertida decisión de su gobierno municipal respecto al empadronamiento de inmigrantes ilegales.

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¿Por qué el gobierno municipal formado por Convergencia i Unio, Esquerra Republicana y PSC toma esa decisión sin el respaldo de las ejecutivas de sus partidos, salvo la de Unio, que tiene a uno de sus hombre como alcalde? Seamos claros, querida directora: por miedo a que en las próximas elecciones el partido xenófobo Plataforma por Cataluña, liderado por Josep Anglada se situe como una fuerza crucial para la gobernabilidad del municipio. Con sus cuatro concejales es ahora la segunda fuerza más votada. ¿Cómo es este hombre que desde hace años extiende el miedo a la inmigración por municipios de la Cataluña interior? Simpático, extrovertido, de los que hacen cada día campaña en la calle saludando a todo el que pasa menos a los inmigrantes. Es un populista nato. Con dinero para sus campañas que no se de donde saca. Su caladero de votos está entre la gente autóctona de Vic alarmada por la oleada inmigratoria que les cayó por sorpresa pero también entre españoles de la inmigración interior en los años sesenta. La repetida historia de siempre: el pobre de ayer ha ascendido en la escala social y se rebela contra el pobre recién llegado.

Hoy, este ex militante de Fuerza Nueva que se define como católico y conservador se frota las manos. Es el que apoya con auténtico convencimiento la idea del gobierno municipal. Me dan la razón a lo que yo vengo diciendo, repite. Lo triste, no nos engañemos, es que hay mucha gente que sin ser xenófoba piensa igual que Anglada, el único ex militante de Fuerza Nueva que ha hecho carrera política según él mismo te explica orgulloso. Ha hecho carrera en una ciudad con tradición conservadora pero con un pasado reciente de buena política de integración cuando durante tres legislaturas el pastelero que era alcalde situó a Vic en el mapa educativo al poner en marcha un modelo ejemplar en el que inmigrantes y autóctonos se integraban en las aulas en idéntica proporción, tanto en las escuelas publicas como en las concertadas. Pero dos problemas seguían y siguen subsistiendo: fuera de las aulas no había ni hay integración y una docente implicada a fondo en el modelo Vic para la integración escolar le dolía que pasados los años muchos de los niños inmigrantes que había educado se le acercasen en la adolescencia para decirle en tono de reproche: "Tú me dijiste que si me esforzaba estudiando podría prosperar pero los buenos trabajos se me siguen cerrando por mi origen" Y ahí se forja un problema a medio o largo plazo: en Vic, como en todos los lugares en los que hay inmigración, se habrá de afrontar antes de que sea demasiado tarde el riesgo de exclusión, de autoestima herida de los inmigrantes en segunda generación.

Najat El Hachmi, una joven de origen marroquí que se ha abierto camino como novelista en catalán, lo reflejó en Yo también soy catalana, amargo y rebelde alegato autobiográfico. En ese libro escribió que tras esforzarse para estar mejor preparada que nadie se vio obligada a aceptar trabajos que ninguna mujer autóctona quería hacer. El caso Vic plantea con crudeza un déficit de muchos años: el de nuestra política de inmigración.

 
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