Liverpool y Chelsea empatan 1-1 en la ida de las semifinales de la Champions
Un gol de Riise en propia puerta en la última jugada del partido le da el empate al Chelsea. La vuelta, el próximo miércoles
Con un desafortunado autogol en el último suspiro de partido, el Liverpool desaprovechó una magnífica ventaja labrada a fuerza de ser superior al Chelsea, en otro intenso partido de Liga de Campeones. Kuyt marcó el 1-0 y su equipo tuvo ocasiones para sentenciar, pero con el empate, la eliminatoria queda abierta para su resolución, el miércoles de la semana que viene en Londres.
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Lo malo de calcularlo todo en el fútbol, es luchar contra el propio fútbol. A veces, un deporte tan amigo de no hacer caso a los pronósticos no permite que le marquen un guión establecido. Eso pretendió Rafael Benítez, el 'gurú' del Liverpool, el gran maestro de la estrategia, al que idolatran en Anfield (no me extraña) y respetan en el resto de las Islas.
Estaba todo estudiado para llegar al resultado deseado: el 1-0, que el Liverpool le había infligido a su rival en sus dos últimas visitas a la ciudad de los Beatles en esta misma ronda y en esta misma competición. Todo pintaba a 1-0, estaba predestinado, hasta que Riise, que había entrado por la lesión de Fabio Aurelio (algo inesperado, mal asunto) se agobió por la presencia de Anelka detrás de él y decidió despejar de cabeza casi a ras de suelo un balón que debió mandar con el pie al campo del Everton.
Además de inesperado, fue un poquito cruel ese gol del Chelsea, que llegó en el último suspiro, sin dejar margen alguno para la reacción. Avram Grant ni se lo creía, mientras Benítez mascullaba entre dientes: "venga, vamos, vamos...". Sería un final brillante para una película; es un final posible para cualquier partido de fútbol, porque este deporte es así, no tiene por qué obedecer a la lógica.
La lógica decía que el Chelsea sería superior físicamente, porque llegaba más descansado (jugó en la Premier el jueves y el Liverpool lo hizo dos días más tarde), y en esa faceta el equipo de Benítez fue mejor. Aunque el partido comenzó con el ritmo habitual, las camisetas rojas tenían más movilidad que las azules; parecía que había más de las primeras, de hecho. Así, las acometidas del Liverpool (que también puso más intención) desembocaron en el minuto 43 en el gol de Kuyt, un muchacho que llegó del Feyenoord como un futbolista técnico y habilidoso, y que además ha demostrado ser inteligente, porque ha aprendido lo que tiene que hacer para ser titular: correr, correr y correr. El holandés es un derroche de fuerza y se vacía en cada partido, algo imprescindible para ser ser apreciado por su entrenador.
Así ha conseguido Kuyt ser el fiel escudero de Fernando Torres, al que esta noche le pusieron cámaras de vigilancia para echar una mano a los guardias jurados. El más veterano, el guardia jurado por excelencia, John Terry, incluso pisó en una ocasión al 'Niño', dando un aviso y marcando el terreno (le faltó escupir y quedarse merodeando con la mano puesta en la funda del revólver). Aun así, Torres pudo marcar. Como Gerrard. Como el propio Kuyt. En la segunda parte, el Liverpool hubiera abierto brecha de no ser por Peter Cech, al que la ha pasado ya de todo en un campo de fútbol, al pobre, pero sigue salvando a su equipo. Cuando volvió de su enésima lesión, el portero checo comenzó a cometer fallos incomprensibles en él, como si quisiera darse un respiro, pero en Anfield, contra el Liverpool, volvió a ser extremadamente cumplidor con su trabajo.
Fue el único de su equipo, porque sin Obi Mikel (Grant prefirió a Makelele por la experiencia, y se equivocó) ni Essien (sancionado), Ballack fue una desesperante isla y Drogbá no enseñó tanto los colmillos como otras veces. Por lo que el liderazgo del Chelsea, vacante esta vez, dejaba el protagonismo al azar. Ya pasará algo, debieron pensar los multimillonarios. Y vaya si pasó. Que se lo pregunten a Pepe Reina, que dio el paso con su pierna izquierda, pensando: "bueno, corner, a apretar los dientes y esto se acabó". Pues no. Acabó con la pelota entrando en su puerta, con Riise lamentándose (buen futbolista, pero puede haber cometido el error de su vida esta noche) y Benítez dándole vueltas a la cabeza, volviendo a trazar líneas imaginarias y a escribir guiones para dentro de una semana. Podrán cumplirse, o no; en este deporte, (bien lo sabe él), nunca se sabe...