Ocio y cultura

Fría acogida a Steven Soderbergh en la Berlinale

Su película 'The Good German', inspirada en 'Casablanca', divide a la crítica

Berlín

La Berlinale ha arrancado en serio hoy, viernes, en su segundo día de competición, con The Good German, una réplica de Casablanca trasladada al Berlín de 1945, junto al cine sencillo y hermoso del brasileño Cao Hamburger y la poética coreana de Park Chan-Wook.

Una Cate Blanchett bellísima, acompañada por el director Steven Soderbergh, embutido en una camiseta berlinesa -con el hombrecillo verde de los semáforos del este de la ciudad-, ha acudido al festival para defender The Good German ante un festival ansioso de ver estrellas. Los dos asistían como "amigos de la casa" -pasaron por varias ediciones anteriores del festival- y, pese a no traer consigo a George Clooney, otro habitual de la Berlinale, han sido la primera presencia de rango internacional en esta 57 edición.

The Good German brinda, sobre todo, la oportunidad de asistir a un perfecto ensamblaje entre imágenes documentales del Berlín de 1945, con edificios en ruinas y sobre el trasfondo de la Conferencia de Potsdam, y la cámara legislativa actual, también en blanco y negro. Sin embargo, la película de Soderbergh ha cosechado más abucheos que aplausos en su estreno ante la crítica, con un filme que picotea entre episodios propios de cintas de cazanazis y triángulos amorosos.

A la pareja Blanchett-Clooney le falta química, por mucho que ella se ha esforzado en explicar ante la prensa que su compañero de rodaje es el hombre "más fantástico, divertido, rápido y energético" que uno pueda imaginar. Parece también que el tándem Soderbergh-Clooney, que han trabajado juntos en seis películas, no da los resultados esperados, vistas las malas críticas recibidas en Estados Unidos. "Tal vez en Europa se nos vea con más simpatía", ha explicado el director.

Aplausos para Hamburger

Mientras Soderbergh ha dejado fría a la Berlinale, el brasileño Hamburger ha encadilado justo con lo contrario: una historia sencilla, arrancada de los años de la dictadura y con la Copa del Mundo de fútbol como bálsamo reparador de las heridas en la cinta O ano em que meus país saíram de férias.

Su protagonista es un niño de 12 años, de Belo Horizonte, cuyos padres deben irse de vacaciones, como tantos otros izquierdistas y que, teóricamente, queda al cuidado de un abuelo, en Sao Paulo.

Ha compltado la jornada Sai bo gu ji man gwan chan a (I'm a cyborg, but that's ok, en su título en inglés), una historia por momentos delirante, por momentos filosófica y con mucha carga poética dentro, con que Park Chan-Wook hizo las delicias de la Berlinale.

La película se desarrolla en un hospital psiquiátrico y la protagonista es una muchacha que se niega a ingerir comida porque considera que es un ser cibernético que sólo se alimenta de electricidad. Su cómplice -y enamorado- es un delincuente común, que pasa de robar por las calles a "robarles" a los enfermos sus males. El director coreano es capaz, con estos componentes, de tejer decenas de historias paralelas, un cálido idilio y al mismo tiempo varias ensoñaciones de la muchacha cibernética, convertida en robot asesino del cuerpo médico -tan adorable como los pacientes- y el resto del personal.

 
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