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Real Madrid-Barcelona | Primera

Raúl y el eterno debate

Se cayó de la lista frente al Albacete a última hora a causa de unas molestias en su empeine. Luxemburgo tenía ya el pensamiento en la visita del Barça por lo que, si no sucede nada raro, el siete disputará su enésimo clásico: 21 en total -no se ha perdido ninguno- desde que debutara en La Romareda el 29 de octubre de 1994.

El del domingo es además el duelo más desigual de los últimos años, dado el colchón de nueve puntos a favor de los visitantes y la solidez del conjunto de Rijkaard, que contrasta con las constantes dudas que deja el deshilachado fútbol de los blancos esta temporada.

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Por primera vez a lo largo de su carrera, el Bernabéu -euforias al margen- se cuestionará en un Madrid-Barça la idoneidad de la presencia de Raúl frente a Ronaldinho, Eto'o y compañía. El mal momento físico que atraviesa el delantero blanco se medirá con las ganas revanchistas y el ansia de gol del camerunés, a quien parte de la afición madridista reclama después de que fuera ignorado e invitado a salir de la casa blanca. Y es que a Raúl, atrapado por su fama y su forzada condición mediática -a medio camino entre héroe y villano-, parece que el tiempo se le ha caído encima de golpe, casi sin avisar, como a algún otro de sus galácticos compañeros de vestuario. Un fenómeno cíclico y recurrente que padecen aquellos elegidos a quienes la afición madridista escoge como referentes. Nada dura para siempre y ahora cualquier alternativa al ariete blanco parece más interesante.

Sin embargo, Raúl -único Raúl universalmente conocido por su nombre de pila- se ha acostumbrado a vivir con la crítica, a menudo revanchista, y ha sido capaz de obrar el milagro del Ave Fénix en más de una ocasión a lo largo de su ya dilatada trayectoria. Fue enterrador de la Quinta del Buitre, pilar del resurgir europeo del Madrid, referente del equipo pre galáctico y protagonista destacado del mediático y brillante conjunto ideado por Florentino Pérez. Y ya sabe lo que es marcar al eterno rival: ha anotado 8 goles al Barça, 6 de ellos en Chamartín.

A sus 28 años, el hombre récord del fútbol español está ya de vuelta en lo deportivo, a lo que ha contribuido su peso dentro del vestuario, su condición de "intocable" y su casi infinito palmarés: 3 Ligas de Campeones (1998, 2002 y 2002), 4 Ligas (94/95, 96/97, 00/01 y 02/03), 3 Supercopas, 1 Supercopa de Europa (2002) y 2 Copas Intercontinentales (98 y 02); máximo goleador de la Champions League (99/00 y 00/01), Pichichi de la Liga (98/99 y 00/01), 2 Botas de Bronce (99 y 01), Balón de Plata en 2001, tercero en el FIFA World Player 2001, máximo goleador de la selección española, etc.-. Un aval incontestable para sus defensores y quizá un ejemplo de que morir de éxito es posible.

Pero de algo no hay duda. Pese a no contar con una exquisita técnica en el manejo del balón, ni un gran físico, el oportunista y correoso Raúl -todo casta y voluntad- sigue siendo la referencia del balompié en España. Ha sido alejado progresivamente del gol y se ha arrastrado por el campo en demasiadas ocasiones debido su voraz ambición y la "cobardía de los entrenadores" -como afirmó el sabio Velázquez a Guasch en una reciente entrevista-, pero Raúl ha mejorado como futbolista cada temporada. Y una victoria ante el eterno rival, con gol del heredero del dorsal que lucieran Juanito y Butragueño, volvería a cambiarlo todo. Cuestión de filias y fobias o la inexplicable lógica del fútbol.

 
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