Tras Napster y eBay llega el 'P2P de las apuestas'
Los establecimientos tradicionales afirman que estos servicios favorecen el fraude en las carreras
Londres
La casa de apuestas en Internet Betfair es producto del trabajo de un negociador de deuda de la firma JP Morgan y un comercial del mundo del software. Cada semana, mueve más de noventa millones de dólares con el cruce directo de apuestas entre los internautas. En los últimos meses han surgido más servicios de este tipo, una especie de 'P2P' de las apuestas que ha recibido ya las críticas de los establecimientos tradicionales.
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El enfrentamiento entre los corredores de apuestas tradicionales y las nuevas páginas de intercambio de pujas ha llevado las carreras de caballos desde los espacios deportivos de los medios británicos a las primeras páginas de la información generalista. Betfair y otros servicios como Betdaq han adaptado el funcionamiento de los mercados de valores a las apuestas, permitiendo que los jugadores respalden una posibilidad (que un caballo gane o quede en una posición determinada) o apuesten en su contra.
La aparición de este mecanismo de apuesta a través de la red ha recortado los ingresos de los establecimientos físicos, en los que el jugador debe apostar a caballos ganadores contra la banca. Los nuevos servicios reclaman una comisión de entre el 2 y el cinco por ciento de las ganancias.
El impacto de esta forma de apostar es ya comparado al que sobre el negocio de la música tuvo la aparición de Napster. La reacción de las casas de apuestas tradicionales ha sido similar a la de la industria discográfica, pues destacados personajes han acusado ya a los nuevos competidores de fomentar el fraude.
Una carrera apañada cada día
Una muestra de la polémica son las declaraciones a la BBC Chris Bell, presidente Landbrokes, la mayor casa de apuestas del Reino Unido, en las que éste afirma que al menos una carrera de caballos al día está apañada por culpa de la aparición de los nuevos servicios de Internet.
"Estoy personalmente convencido de que al menos una carrera al día, si no más, esta siendo corrompida en la actualidad por la posibilidad" que dan las nuevas páginas web de apostar que un caballo perderá, afirma Bell. La misma opinión tiene David Harding. el director de la cadena de casas de apuestas William Hill, que protesta porque "por primera vez es posible que un jugador se beneficie económicamente de provocar que un o un perro pierda una carrera".
Acusaciones sin fundamento
Los responsables de las nuevas casas de apuestas achacan los ataques de Landbrokes o William Hill -que tiene unos 3.600 establecimientos en todo el Reino Unido- a intereses comerciales. "Están llevando el nombre de la industria de las carreras a lo más bajo", afirma Mark Davies, director de comunicación de Betfair, que añade que "lo que el cruce de apuestas ha logrado es una transparencia que antes no existía, porque estos intercambio registran cada simple detalle de cada apuesta". La compañía afirma que 26 personas revisan cada día cada una de las jugadas que pasan por su web.
Por su parte, el Jockey Club, organismo competente para regular sobre las carreras, afirma que las acusaciones de Bell no tienen fundamento. Su director, Christopher Forster, afirma que el comentario del presidente de Landbrokes debe haber sido realizado sin pensar "porque no tenemos constancia de que se pueda hacer esa acusación sobre ninguna base"
Preocupación política
Toda la polémica ha saltado ya a los centros de debate político en Australia -donde los establecimientos tradicionales han lanzado una campaña en prensa contra los servicios para cruzar apuestas- y, sobre todo en Reino Unido. En abril, un comité del parlamento británico condenó este forma de apostar por su "perspicaz modelo de negocio", pero recomendó que se crease un registro para quien use estos servicios como medio de vida.
Pero las empresas que prestan los servicios dicen que una medida como esta penalizaría más a quienes respaldan una apuesta en positivo que a quienes se la juegan en su contra, además de señalar que es muy complicado trazar una línea entre el jugador profesional y el que no lo es.