Detrás de la máscara de 'Scream' también hay ideología política
Ante el estreno de la quinta entrega de esta saga noventera que cambió el género de terror, analizamos cómo la película de Wes Craven unió el slasher con la ideología neoliberal que imperaba en la sociedad
Madrid
Scream revolucionó el género de terror en los años noventa. Quién no tiene en la cabeza la escena en la que la actriz Drew Barrymore sostiene el teléfono y ríe. Es la clásica primera escena de esta película que se convirtió en algo más que en terror adolescente y un ingenioso juego de espejos. Wes Craven -responsable de la franquicia de Pesadilla en Elm Street-, logró revitalizar un género que estaba a punto de desaparecer reconstruyendo los códigos y logrando unos nuevos que emocionaron a varias generaciones. Referencias pop, referencias al cine de terror anterior, un nuevo elenco de actores y actrices y un icónico villano con una máscara que enseguida se convirtió en merchandising.
Considerada como slasher, un género en el que un grupo de personajes es asediado uno por uno por un personaje enmascarado de identidad desconocida, sea humano o no, Scream tuvo tanto éxito en taquilla que logró tener hasta cuatro secuelas. La trama sigue a Sidney (Neve Campbell) y sus amigos adolescentes a través de una cuenta atrás hacia la muerte. Un asesino llama por teléfono y pregunta eso de "¿Cuál es tu película de terror favorita?" Así empieza la persecución que sacude a un pequeño pueblo tranquilo americano, Woodsboro, y a sus jóvenes habitantes, entre los que destacan: la joven recatada, la joven promiscua, el guapo de clase... todos los estereotipos de las películas americanas de instituto.
Este viernes se estrena la quinta, de la que la distribuidora Paramount Pictures no ha dejado ver nada a la prensa, salvo a los influencers para que la promocionen. Pero dejemos la quinta y centrémonos en las otras, sobre todo en la original y en las claves de su éxito.
"Le dio respetabilidad comercial y de público", dice Luis Pérez Ochando, profesor de Historia del Arte en la Universitat de València y autor de Todos los jóvenes van a morir: Ideología y rito en el slasher film. "Lo que hasta entonces era considerado como un entretenimiento menor o incluso un género basura, con Scream se convierte en una película que podía decir cosas interesantes, dar miedo y encima ganar dinero, algo que para Hollywood es siempre relevante".
El dinero es la clave de todo y lo que nos lleva a establecer el slasher y Scream como paradigma de la ideología neoliberal, que en los noventa pocos rebatían. "Se puede establecer un paralelismo muy interesante entre cómo se va desarrollando la ideología neoliberal de los ochenta y noventa y cómo el slasher va evolucionando como género", nos explica Pérez de Ochando. Esa es la tesis de su libro, una revisión de los diferentes slasher hasta llegar a Scream.
"Es interesante cómo refleja la cultura en la que viven sus personajes. Porque no solo meten referentes del género de terror previos, sino referentes de esa generación, el mundo del videoclub, la MTV... Una serie de referentes culturales de una generación que muestra cómo habían sido moldeados sus valores en ese momento concreto", añade. Unos valores asociados a un darwinismo social, a ese ocupa el lugar que mereces según tus aptitudes y ambiciones. Es la época de El fin de la Historia de Fukuyama, de Wall Street, de Friends...
Todo eso cambia con los atentados de Nueva York. El mundo fue otro, más inseguro, más gris, más desconfiado y más neurótico. La ficción, tanto la televisión como en el cine, cambió notablemente. Esos cambios también influyeron en el terror. "Antes del 11 de septiembre, el slasher no se recreaba en cómo se tortura y mata a un personaje, era más un género de susto". Sin embargo, después de las Torres Gemelas, la tortura empieza a aparecer sistemáticamente "Es significativo que cuando se empiezan a revelar casos de tortura en Guantánamo o Abu Ghraib, cuando la violencia se ha convertido en espectáculo político y la tortura una herramienta casi legítima en defensa contra el terrorismo, eso empieza a verse en el cine". Y ahí el auge de una de las sagas de terror más bestias y taquilleras de los últimos años, Saw. "No hubiera sido una película mainstream si no se hubiera estrenado después del 11S", dice el autor.
Las películas nos dan mucha información del mundo y la sociedad en que vivimos y de nosotros mismos, como veíamos con Saw. Con Scream hay mucho por dilucidar. Por ejemplo, como muchos otros slasher, refleja el paso de sus personajes a la edad adulta. Lo hace, a diferencia de Carrie que cuenta los miedos de esa transición, fijándose en cuáles son las cualidades de los personajes para llegar al mundo de los adultos, en definitiva, para sobrevivir. "Vemos cómo los personajes que no están preparados para llegar a ese mundo adulto, bien sean jovencitas promiscuas que no gustan al patriarcado o bien sean personajes irresponsables e inmaduros, mueren", incide nuestro experto.
De modo que el slasher nos está guiando por el comportamiento que los jóvenes deben llevar en una sociedad para que no les pase nada, para tener éxito. "Esa efervescencia juvenil, ese espíritu dionisíaco acaba desapareciendo. La que sobrevive es la chica responsable, más centrada y también la que es capaz de matar. Es paradójico que la que sobrevive es quien es capaz de matar como el asesino. Sobrevive el más apto, el más fuerte y eso tiene que ver con la lógica neoliberal que aparece en nuestra cultura y en nuestras instituciones". Así es como López Ochando vincula ese darwinismo social con el terror hollywoodiense.
Este tipo de lectura, de aleccionamiento, no es exclusivo del slasher, también aparece en otros géneros, incluso en otros formatos, como el reality show. "Al final hay un elegido que es mejor que los demás y lo merece y te van transmitiendo la idea como espectador de que mereces ser rico, estar en la cumbre y los demás no". En ellos el final no es tan trágico como para los personajes de un slasher, pero acaba generando monstruos, como problemas psicológicos.
Las películas de Scream van un poco más allá. Son algo más críticas. "Al tener más reflexión, muchas veces, muestran lo vacía que está esa sociedad", incide este profesor. Se ve perfectamente en la cuarta entrega, que se estrenó años más tarde. Es la más reciente y con la que es más fácil conectar el momento actual. "En ella te das cuenta de que la vocación del asesino no es otra que ser famoso, que le rodeen las cámaras. Pasar al estrellato sin hacer nada, que es muchas veces la idea que subyace en esta ideología neoliberal". Era por tanto una mirada a los youtubers, a Tik Tok, a las influencers y a programas del corazón. "Scream 4 estaba hablando de la cultura del yo, de la fama y de cómo ese deseo de celebridad se había convertido en el mayor deseo de toda una generación", añade.
Como decíamos, poco se sabe de la quinta entrega, más allá de que reúne a parte del reparto original, Neve Campbell, Courtney Cox, cuyo personaje mostraba el amarillismo y la banalidad de los medios de comunicación. "En la quinta no sé lo que va a reflejar, pero si sigue la tónica de la saga seguro que dirá cosas interesantes del mundo en que vivimos", augura. Lo cierto es que la prensa especializada ni la crítica han visto la película antes de su estreno. Sí la verán youtubers e influencers, los villanos de la entrega anterior paradójicamente.
¿Quién será el villano o villana de esta nueva película? "Creo que alguien relacionado con la manipulación de los medios, la posverdad, el negacionismo, que serían los asuntos calientes de estos dos últimos años", responde Pérez Ochando. Una entrega que llega en un momento en el que el género de terror vive un momento dulce con la crítica más sesuda. Titane, de Julia Ducournau, ganó en Cannes, y últimamente las cintas de terror empiezan a estar legitimadas por los grandes festivales y los críticos por su manera de hablar de la sociedad actual. "El terror siempre ha tenido cosas muy interesantes e intelecutales. Bergman hizo terror en La hora del lobo. El cine mudo tiene grandes películas de grandes directores que son de terror, como Nosferatu. Lo que ha pasado en estos años es una revalorización crítica de películas que son más intelectuales y que ponen en primera línea no tanto la parte visceral como la parte intelectual, el mensaje. Esto, a una parte de espectadores les molesta porque el terror tiene una parte muy visceral", explica. Si vivimos en un mundo en el que todo es mercancía, nosotros mismos acabamos siéndolo también, nos advierte la saga más popular de las últimas décadas.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...