¿Otra vez carne?
"La carne tiene algo de hipnótica, o quizás de autoritaria. Estamos cansados de comerla, y al día siguiente la comemos de nuevo. Hay miles de cosas distintas que se pueden cocinar, pero cuando te poner a pensar en la cuestión más relevante de la humanidad -¿qué hay de comer?- las dos o tres primeras ideas incluyen carne"
Galicia
En la vida de una persona corriente, en un día común, a eso de las dos y pico llega la hora de comer y es facilísimo que casi siempre haya carne. La carne es una mezcla de estadística, exquisitez y maldito aburrimiento. No nos da miedo la repetición, por eso comimos carne ayer y la volvemos a comer hoy. Solo diré que estas navidades preparé cocido en casa y me dio para comerlo cuatro días, aunque el último ya olía un poco raro. La carne se metió en nuestras neveras, o en nuestras cabezas, y se volvió una costumbre necesaria, una inercia, un coñazo admisible. Hay mediodías que gritas «a comer», y cuando los hijos, o las parejas, empiezan a sentarse, siempre hay uno que pregunta «¿pero otra vez carne?» A veces ese alguien eres tú mismo, que te encargaste de cocinarla. La carne tiene algo de hipnótica, o quizás de autoritaria. Estamos cansados de comerla, y al día siguiente la comemos de nuevo. Hay miles de cosas distintas que se pueden cocinar, pero cuando te pones a pensar en la cuestión más relevante de la humanidad –¿qué hay de comida?– las dos o tres primeras ideas incluyen carne. La carne es muy fácil. Pero sobre todo es inteligentísima para los negocios.