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El hombre que salvó los cerezos

Un paseo por la historia del árbol milenario, símbolo de paz, alegría y fugacidad, de la mano de Carlos López-Tapia

El hombre que salvó los cerezos

El hombre que salvó los cerezos

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Madrid

Nuestro viaje arranca en el lugar donde se cultivaron hace dos mil años los primeros cerezos por capricho de un gastrónomo viajero. Desde entonces la cereza es una fruta consumida, apreciada y estudiada desde España hasta Japón. La flor del cerezo simboliza gran cantidad de cosas, incluso cierto pensamiento político, pero en casi todos los casos hay un elemento común: fugacidad.

Cuando los ingenieros aeronáuticos dejaban los aviones listos para el despegue, los pilotos kamikazes se reunían en la pista. Después de inclinarse en dirección al palacio imperial de Tokyo, formaban un corro y, dando palmas, entonaban esta canción:

"Si eres un hombre, no añores esta vida fugaz. Lo importante es que las flores caigan y el hombre sea valiente. Entrega tu suerte al viento".

Una flor que convoca a millones de personas

La flor del cerezo es hermosa pero vive solo unos pocos días, de la exuberancia a la desaparición. El cerezo dedica a esa explosión un dos por ciento de su vida anual, pero su floración convoca a millones de personas en diversas partes del mundo.

En la España prepandémica se sumaban anualmente unos dos millones de personas en el Valle del Jerte, más de millón y medio de cerezos a lo largo de unos cuarenta kilómetros. María López Corrales, Doctora en Ingeniería Agrónoma, nos resuelve algunas dudas y pone en su lugar algunas creencias populares.

En Japón todo el mundo debe tener cerca un conjunto de cerezos para la fiesta del hanami. Hana es flor y mi alude al verbo observar. Si eres un novato en el trabajo, te tocará madrugar mucho para ir a reservar espacio bajo los cerezos para regalar la mejor posición posible a tus compañeros veteranos.

Una semilla de cine

Fotograma de la película Memorias de una Geisha. / Memorias de una Geisha

El cine no desaprovecha la menor ocasión para filmar cerezos en flor, de los que hay cientos de variedades. El abad de un monasterio de la ciudad de Notto, seguidor de la filosofía Zen, ofreció esta explicación del espíritu simbolista y protocolario japonés a la directora de cine Doris Dörrie, que hace unos años rodaba en su monasterio Kirschblüten - Hanami (‘Cerezos en flor’): "observar con esmero las reglas permite al individuo conservar o recuperar la presencia divina. Se trata de hacerlo todo y en todo momento con la máxima entrega, descubrir el universo en las actividades más corrientes; en otras palabras, descubrir la presencia divina incluso en una bayeta para el polvo".

En el libro El hombre que salvó los cerezos se cuenta que, en 2008, científicos japoneses reunieron semillas de cerezo y las enviaron a la Estación Espacial Internacional para que realizaran un viaje como parte del proyecto «Cerezo del espacio».

Las semillas pasaron ocho meses en el espacio, regresaron al laboratorio y fueron sembradas con un resultado que ha impactado a los científicos porque dieron vida a un árbol que crece a velocidad sorprendente. El ejemplar floreció seis años antes de lo esperado según su ciclo normal, y más extraño aún, sus flores tienen solo cinco pétalos cada una, mientras que la especie habitualmente tiene 30.

Isabel Bolaños viaja al espacio español del cerezo, el Jerte, para pasear con un agricultor entre los cerezos que duermen con el frío del invierno.

Si tuviéramos que elegir una película que represente lo metafórico de esta flor, nos quedaríamos con la maravillosa obra de arte 5 centímetros por segundo, sin despreciar las hermosas imágenes tomadas en Kioto para Memorias de una Geisha.

 
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