Londres baja el tono
La distensión llega gracias a la firmeza de los negociadores europeos, que estaban dispuestos a todo. Y a la presión de Joe Biden
Madrid
A veces una no-noticia trae más alborozo que una noticia. Acaba de suceder hoy. El caso es que el Gobierno británico no ha ejecutado su amenaza de romper el protocolo irlandés. Y que la Unión Europea no ha tenido que responder rompiendo todo el acuerdo comercial. Las negociaciones para afinar el funcionamiento de la frontera entre Irlanda del Norte y su metrópolis seguirán. Con más calma. Bajo menos presión. No es que este resultado sea la octava maravilla del mundo mundial. Pero es bueno si consideramos los quebraderos de cabeza que nos ahorra. Nos ahorra volver al incendio del conflicto violento en el interior de la isla de Irlanda, entre republicanos y unionistas. Entre católicos y anglicanos. Entre europeos de vocación y europeos de despecho. Nos ahorra también un mal rebote en las negociaciones sobre Gibraltar, que estaban bastante encauzadas. Se aleja así el fantasma de tener que volver a cerrar La Verja, la peor solución para todo, porque no soluciona nada. Y nos ahorra una nueva guerra comercial, con el Reino Unido, una vez acabamos de clausurar la que nos enfrentaba a Estados Unidos desde que Donald Trump se encaprichó con la manía de imponer aranceles, encareciendo las exportaciones, a todo país discrepante. La distensión llega gracias a la firmeza de los negociadores europeos, que estaban dispuestos a todo. Y a la presión de Joe Biden. El presidente norteamericano comparte con su llorado antecesor, John Kennedy, su fe católica y su origen irlandés. En la geo-diplomacia ideológica e identitaria, esto es un lujo para Europa. Al menos de momento.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...