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Viaje al Afganistán de 1996

El periodista Antonio Pampliega narra en "Flores para Ariana" la vida de las mujeres afganas antes de la llegada de los talibanes al poder por primera vez hace un cuarto de siglo

La Ariana de Pampliega

La Ariana de Pampliega

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El pueblo afgano recibió con los brazos abiertos la llegada de los talibanes al poder hace veinticinco años tras haber pasado cuatro de guerra civil. Cansados de bombardeos y hambrunas, los veían como unos salvadores y pusieron en ellos sus esperanzas de libertad.

En ese contexto, el Afganistán de 1996, al borde de la primera conquista talibán, es el escenario en el que se desarrolla “Flores para Ariana” (Crossbooks), la primera novela del periodista Antonio Pampliega. En ella introduce los manuscritos que él mismo realizó durante su cautiverio en manos de los terroristas de Al-Qaeda en 2015.

“Son unas cuartillas que me dieron mis secuestradores para mantenerme tranquilo cuando me separaron de mis compañeros”, recuerda Pampliega. Así empezó a nacer Ariana como una vía de escape para el periodista. “Fue mi liberación, la única vía de salir de aquella habitación y de poder viajar a otra realidad diferente de los golpes, las humillaciones y las amenazas”.

Para entonces Pampliega ya había viajado cinco veces al terreno y siempre había querido escribir una novela sobre mujeres afganas. Quería explicar esa realidad “para que la gente, sobre todo los jóvenes, entendiesen la suerte que tienen de haber nacido donde han nacido y que hay otros adolescentes que no tienen su misma suerte”, explica.

“Flores para Ariana” sintetiza la realidad de muchas mujeres que el reportero ha ido conociendo en sus viajes a Afganistán. Nargués es una de ellas, entregada como dote por su padre a los ocho años, vejada y esclavizada, para que él pudiera casarse con otra mujer. “Su suegra la pegaba, la humillaba y la marcaba cuando hacía algo mal”, asegura el periodista, que la conoció con más de 110 marcas de alicates en los brazos.

Otra de las historias que cuenta es la de Fátima, condenada a dos años y medio de prisión en un correccional por escapar de casa desde que su padre pactó su matrimonio. En su misma situación Pampliega conoció a ocho mujeres, encerradas en centros parecidos a una prisión en los que recibían clases.

Las vidas que narra Antonio Pampliega son a las que se enfrentan las mujeres afganas de nuevo hoy tras la vuelta de los talibanes al poder. “Las hemos vuelto a condenar a la esclavitud”, denuncia, y se sorprende de su gran fortaleza que, dice, han heredado de sus madres, muchas nacidas en dictadura, pero gozando de cierta libertad que perdieron tras la guerra civil. Desde entonces no han abandonado su lucha incluso tras el regreso del régimen talibán.

Su frustración ahora es enorme, asegura Pampliega, que recibe constantes mensajes de texto de mujeres pidiéndole que las saque del país, porque “ya se han dado cuenta de que nadie va a hacer absolutamente nada por ellas”.

Para el periodista la única forma de ayudar a estas mujeres ahora es que los gobiernos occidentales den dinero a los talibanes a cambio de libertad para las mujeres y de intentar ser un régimen menos restrictivo”. Pampliega cree que no queda más remedio que negociar con ellos y tender puentes, intentar abrir embajadas.

 
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