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'El conde de Montecristo', una obra maestra irrepetible (Primera parte)

Por primera vez en 'Un libro una hora' os contamos una novela en dos programas

'El conde de Montecristo', una obra maestra irrepetible (Primera parte)

'El conde de Montecristo', una obra maestra irrepetible (Primera parte)

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Alejandro Dumas nació en 1802 y murió en 1870 fue una figura dominante en la escena literaria del siglo XIX francés. Autor de novelas inolvidables como 'El conde de Montecristo', 'Los tres mosqueteros', 'Veinte años después', 'El tulipán negro' o 'La reina Margot', su literatura de corte novelesco continúa viva en nuestro tiempo.

'El conde de Montecristo' se terminó de escribir en 1844 y fue publicada en una serie de 18 entregas, como folletín, durante los dos años siguientes. La obra maestra de Dumas no se inscribe en la novela histórica ni en la juvenil.

A la prosa del mundo de Luis Felipe I de Francia, Dumas contrapone a los héroes de antaño o a un todopoderoso desfacedor de entuertos, en quien se ve reflejado. El conde de Montecristo posee algo de su autor, entre cuyos sueños figuraron siempre la riqueza, el saber, los fastos y la generosidad. Todo indica que los orígenes del personaje se encuentran en Lord Byron.

Las fuentes literarias que inspiraron a Dumas

Dumas dio sus primeros pasos en el teatro, que fomentó en él el gusto por las escenas brillantes, los giros súbitos del argumento, las palabras que arrancan carcajadas o aplausos y las apariciones espectaculares. El lenguaje y la escenografía pasan del drama a la novela y se baja el telón sobre el folletín cotidiano.

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Los conocimientos que Dumas adquiere con el teatro se complementan con las enseñanzas de algunos maestros de la novela y de la poesía, empezando con Walter Scott. Y, sobre todo, Byron. También bebe de Schiller. De Fausto toma el saber universal y la omnipotencia, aunque el Mefistófeles del conde es interior. Scott, Goethe, Schiller y Byron: estas son las fuentes literarias de las que Dumas toma su inspiración.

Las novelas de Dumas nacen de un acontecimiento cercano, de un encuentro fortuito: en el caso de 'El conde de Montecristo' Dumas explica que leyó 'El diamante y la venganza': un joven obrero a punto de casarse es denunciado por un amigo como agente de los ingleses. Tras siete años de cárcel, hereda de un prelado italiano, preso político, un tesoro escondido en Milán. El obrero regresa para vengarse y tras diversos crímenes es asesinado.

Dumas no solo recurrió a textos literarios, sino también a acontecimientos y a personajes reales. Dos ejemplos: el abate Faria existió de verdad. La señora de Villefort está inspirada en la señora Lafarge, nacida en 1816. Tras la muerte de su esposo, fue acusada de haberlo envenenado lentamente. Dumas poseía suficientes datos para ponerse a escribir.

Dumas nunca vivió la angustia de la página en blanco

El escritor lo explicaba así: "Yo tengo la alegría persistente, la alegría que brota [...] a través del estrépito, de las penas materiales y hasta de los peligros secundarios. Un hombre alegre, nervioso, lleno de entusiasmo en la conversación, es a veces torpe y poco ocurrente cuando está solo frente al papel y con la pluma en la mano.

A mí me ocurre lo contrario, el trabajo me excita; cuando tengo la pluma en la mano, se opera en mí una reacción, y mis fantasías más locas son producto de mis días más nebulosos".

En esos momentos alcanza cotas inimaginables, trabajando como no trabaja nadie, privándose de todo en la vida, suprimiendo hasta su sueño. Y de esta intensa capacidad de trabajo, que se prolonga durante ocho años extraordinarios, surgirán desde Montecristo hasta El vizconde de Bragelonne, entre 1844 y 1852, y la redacción simultánea de cuatro o seis secuelas novelescas.

El preso político condenado sin razón

Dumas comparte con Victor Hugo la obsesión por la cárcel, y aborda por primera vez un tema tristemente moderno: el del preso político condenado sin razón, o, lo que es aún más grave, detenido sin juicio previo.

La angustia y el pálpito de indignación que impregnan estas hermosas páginas pretenden vindicar el nombre del padre de Alejandro, el general Dumas, héroe de la Revolución abandonado en las cárceles del reino de Nápoles. En la obra de su hijo encontramos muchos otros prisioneros, reales o ficticios, que representan al general.

Eclipsados por la figura central, los otros personajes, que se dividen entre amigos y adversarios, tejen entre ellos, ante todo, relaciones familiares. Estamos ante una novela sobre la paternidad. Edmundo debe oír el relato de la lenta agonía de su padre. Villefort, monárquico oportunista y criminal, tiene un padre íntegro y bonapartista, pero aquejado de una hemiplejía y que solo comunica su férrea voluntad mediante parpadeos. Morrel, el armador que siempre ha defendido a Dantés, a quien este ha tratado como a un hijo, deja a dos hijos que quedarán bajo la protección de Montecristo. El abate Faria representa para Dantés un sustituto del padre. Montecristo no tiene amigos, tendrá hijos adoptivos, como el novelista.

Tras alejarse de sus maestros Scott y Balzac, Dumas pretende "empezar por el interés, en vez de por el aburrimiento; empezar por la acción, en vez de por la preparación; hablar de los personajes después de haberlos hecho aparecer, en vez de hacerlos aparecer tras haber hablado de ellos".

De ahí que el relato esté construido como un melodrama. Montecristo progresa implacablemente hacia la venganza urdiendo maquinaciones infernales contra los tres culpables; conoce a sus enemigos y les tiende trampas en lugares perversos.

Dumas no tiene parangón en el arte de mezclar los espacios con la acción porque cada uno de ellos despierta una historia. La progresión del relato sigue un ingenioso ritmo de tensiones y distensiones, en que la comicidad y las escenas amorosas brindan al lector un momentáneo alivio, antes de que se reanude la acción con más fuerza que antes.

Este artículo contiene extractos de la introducción de Jean-Yves Tadié a la edición de Penguin

 
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