Sin apuesta no hay política
El gobierno juega sus cartas. La oposición se lo reprocha y contraataca. El tiempo y la voluntad reales dirán quién ganará la partida por apostar. No habrá quedado, porque sin apuesta no hay juego. Sin apuesta no hay política
Barcelona
Pedro Sánchez y Pére Aragonés coinciden: es el momento de hacer política y con los indultos hay aprobados como trajes a medida para cada uno de los nueve condenados por el procés, se disponen a dar el paso. No lo tienen fácil, lo saben. Las fuerzas contrarias son muchas y los deseos de que todo fracase planeará sobre cada una de las decisiones que tomen a partir de ahora. Pero el conjunto de la sociedad, la catalana, por lo menos cuantificada en unas tres cuartas partes, agradece el gesto, les desea suerte y cruza los dedos. De momento sabe que ha ganado tiempo. El obligado por cada indultado a no reincidir y dos años, por lo que los plazos políticos generales se refiere. Tiempo. Un alivio para quienes se sentían superados por tanta representación de impotencia y por tanta escenificación de intolerancia. Elementos que seguirán manifestándose, por supuesto, pero que se situarán en un nuevo marco que viene a intentar lo que se negó por falsos principios esenciales desde ya nadie recuerda cuándo y solo los contrarios hoy quieren evocar. Los mismos, por cierto, que delegaron en los jueces el que debía haber sido su papel y algunos magistrados y fiscales, a pesar de su aparente reticencia, entraron en el juego y revistieron de legal lo que en parte también era su posición política. Ahí están, para explicarlo, los votos particulares del Constitucional o los reveses de la justicia alemana, de la belga o de la danesa. A esto se agarra el independentismo a la espera de la gran decisión, la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Para contrarrestarlo, Pedro Sánchez trabaja el mientras tanto. Ese período impreciso en el que hay que vivir, incluso soñar. Aquel momento incalculable en el que la gran mayoría prefiere tregua, tensión, sosiego a excitación. El tiempo exigido por la política cansada de su propia ausencia. Por eso el gobierno juega sus cartas. La oposición se lo reprocha y contraataca. El tiempo y la voluntad reales dirán quién ganará la partida por apostar. No habrá quedado, porque sin apuesta no hay juego. Sin apuesta no hay política.