El mal necesario
"Creo que los periodistas, como los policías, somos un mal necesario. Un mal. Pero necesario (...) En una sociedad ideal, formada por unas personas que podríamos ser nosotros mismos sin lo peor de nosotros mismos, no harían falta ni policías ni periodistas"
Buenos Aires
A los periodistas, a veces, se nos calienta la boca al hablar del oficio. Que si es maravilloso y esas cosas. No estoy muy de acuerdo con tales calenturas. Creo que los periodistas, como los policías, somos un mal necesario. Un mal. Pero necesario.
En una sociedad ideal, formada por unas personas que podríamos ser nosotros mismos sin lo peor de nosotros mismos, no harían falta ni policías ni periodistas. Ni cárceles ni denuncias públicas. No haría falta esa gente arrogante cuyo negocio consiste en arrancarnos la verdad y contarla luego a su manera.
El caso es que somos como somos. Y no podemos convivir sin policías ni periodistas. Aún sabiendo que entre ellos hay corruptos, malvados y personajes que, simplemente, no ponen todo el esfuerzo y la buena voluntad que requiere una misión tan delicada como escudriñar a los demás. Mientras cumplamos en general con nuestra función, somos necesarios.
Ocurre con el periodismo que en determinadas circunstancias, ante tragedias humanas que excitan las pulsiones más bajas de quienes lo hacen y quienes lo consumen, tiende a convertirse en un mal. Sólo un mal. Un mal completamente innecesario.