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Volver a empezar

Dos años, un tiempo de tregua que todos necesitamos para distender el ambiente, remodelar las emociones y reordenar las prioridades porque no hay cuerpo que aguante tantos sobresaltos y tan frecuentes como los sufridos este último lustro

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Barcelona

La carta de Oriol Junqueras, que tanto revuelo ha levantado hay que entenderla como una declaración para el "mientras tanto". Así lo defienden desde su partido cuando se les pregunta por la contradicción entre lo escrito ahora y la unilateralidad que consta en su ponencia política vigente apoyada por las bases en 2018 y que el propio Junqueras defendió en un acto de campaña cuando, abandonando su falsa modestia habitual, se presentó como el auténtico campeón de la ruptura por las bravas. No hay, pues, ningún propósito de enmienda, matizan desde Esquerra, porque no se puede olvidar el dolor de los pecados infligido por la parte contraria. Y si así lo dicen es pensando en los seguidores que podrían sentirse abandonados y caer en la tentación de abrazar las tesis inalterables del independentismo irredento de Puigdemont, una población a la que quieren convencer de que ahora hay que dar un paso atrás para coger carrerilla y poder dar unos cuantos adelante en dos años. Porque dos años es el tiempo que se ha dado el nuevo gobierno de la Generalitat para saborear los frutos que pueda sacarle a la mesa del diálogo con el gobierno español y que le compraron sus socios de Junts y sus aliados de la CUP. Porque estos mismos dos años son también los que los que los alternativos le han dado a Aragonés de margen hasta someterse a una moción de confianza como prueba del algodón del cumplimiento de sus compromisos. Dos años que permitirán a sus socios resituarse de cara a la pugna permanente por la hegemonía del independentismo contra la misma Esquerra. Dos años, un tiempo de tregua que todos necesitamos para distender el ambiente, remodelar las emociones y reordenar las prioridades porque no hay cuerpo que aguante tantos sobresaltos y tan frecuentes como los sufridos este último lustro. Tampoco el de Oriol Junqueras, cada vez, por cierto, más émulo de Jordi Pujol de los mejores tiempos. Dos años tras los que, de no verse los réditos a la confianza otorgada a Pedro Sánchez o si gobernara la derecha, entonces oraría "begin the begin" para dar la señal de salida de otro "Volver a empezar"

 
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