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La directora de 25 años que lo 'peta' en Málaga: ''El cine es una herramienta de militancia y denuncia"

Julia de Paz es la revelación del Festival de Málaga con una ópera prima que revisa los mitos en torno a la maternidad en 'Ama', con un gran trabajo interpretativo de Tamara Casellas

La directora Julia de Paz, junto a las actrices Tamara Casellas y Leire Marín / Carlos Alvarez/Getty Images

La directora Julia de Paz, junto a las actrices Tamara Casellas y Leire Marín

Málaga

Si para algo debe servir un festival de cine es para descubrir nuevos talentos y Málaga lleva años cumpliendo con ello. De ahí que Ama sea una película que dé brío a este certamen. Con tan solo 25 años Julia de Paz debuta en sección oficial, con posibilidades de Biznaga, con esta película que primero fue un corto y que cuenta con otro descubrimiento, la actriz sevillana Tamara Casellas. 

Ama cuenta la historia de muchas mujeres expuestas en soledad a la mitificada maternidad. La protagonista se queda en la calle junto a su hija de seis años. Sin rumbo, sin trabajo y sin ganas de cuidar de nadie, ni siquiera de sí misma, caminan sin parar hasta encontrar un lugar donde vivir. La directora reflexiona sobre la maternidad, sobre el peso de las mujeres y también sobre qué pasa si te arrepientes, qué pasa si lo haces mal.

La película nace de un proyecto fin de carrera de la directora, Júlia de Paz y la guionista, Núria Dunyo, como estudiantes de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Elaboraron un cortometraje y lo presentaron a concurso. El proyecto resultó ganador y la productora La Dalia Films ha llevado el corto a versión extendida en película, que se proyecta por primera vez en el Festival de Málaga.

La película viene de un corto, ¿qué inquietud te llevó a profundizar en esta historia?

Cuando estábamos escribiendo el corto, sí que nos dábamos cuenta de que era un tema tan complejo que se nos quedaba corto, pero tampoco teníamos el objetivo de hacer un largometraje. Fue a raíz de que estuvimos en un festival donde una productora cogía un corto para hacer un largo, de hecho, la guionista y yo ya estábamos trabajando en otro corto. No lo teníamos en mente.

Es un proyecto de unos cuantos años junto a la actriz protagonista, Tamara Casellas, un trabajo colaborativo, ¿cómo ha sido el proceso?

Es una suerte, yo estoy enamorada de ella. Es una suerte que la actriz esté desde el principio. Hicimos un proceso de investigación muy largo, estuvimos hablando con educadoras sociales, psicólogas, servicios sociales, con mujeres que se encuentran en la misma situación que la protagonista, y Tamara estuvo desde un principio, habló con estas mujeres. También desde una distancia porque tampoco quería que se sobreinformarse para que no teorizara al personaje. Ha estado desde el inicio, hemos ensayado mucho porque el rodaje era a partir de improvisaciones, necesitábamos marcar unas bases de escucha y respeto. Ha sido una suerte contar desde el principio con ella.

La película cambia o replantea la imagen hegemónica de la maternidad, el ideal, ¿era esa la intención desde el principio y cómo os cambiaron esas conversaciones con las mujeres?

Lo bonito de este proyecto es que ha sido un viaje. Núria, la guionista, y yo empezamos en un punto y ahora estamos distantes. En un inicio nos planteamos esto porque teníamos muy marcado el mito de la maternidad, mucha estigmatización hacia las mujeres, madres que no cumplían con este prototipo. Ha sido un viaje de aprendizaje enorme gracias a estas mujeres y a nuestras madres. Realmente este proyecto también lo hicimos para decirles a nuestras mamás: tranquilas, lo hacéis bien, sois perfectas sin llegar a esa idea de maternidad a la que no se puede llegar. Sois geniales.

Esa maternidad millenial además está muy bien hilada con las tres generaciones que se encuentran en la historia, esa herencia que también existe en la idea de maternidad, en lo educacional, en la búsqueda de referentes

En un principio el proyecto empezó con conversaciones con mi madre y con mi abuela. Yo tenía bastante claro que la figura de la abuela era importante. Con esta película estoy intentando defender que no hay una maternidad, sino que mil tipos de maternidades, la maternidad es una relación humana que depende de muchos factores. La educación, de cómo ha sido construida la familia, cómo ha sido educada la mamá de la mamá de la mamá, el entorno de estas personas… No se les puede pedir un tipo de maternidad cuando no se las está escuchando de dónde vienen. Es importante ese concepto de generación y de dónde vienen antes de decir nada sobre ellas.

La sociedad actual sigue siendo hostil en este tema, lo peor que te pueden decir es mala madre…

Es una violencia estructural. Otra manera que tienes el sistema de opresión hacia la mujer. Ya desde pequeñas nos educan así. Tu objetivo como mujer es ser madre y de una determinada forma, y si no es de esa forma, eres una mala madre. Si decides no ser madre, también, porque no formas parte de la norma y te llegan a estigmatizar. Cuando escribí el guion, me leí un libro que me inspiró mucho, ‘Madres arrepentidas’, de una socióloga israelí que hizo un estudio de mujeres y hombres que se arrepentían de ser padres, y se dio cuenta de que había mucha más violencia y estigmatización hacia las madres. Solo el hecho de decir me arrepiento de ser madre, que no es lo mismo que arrepentirse de tus hijos, eso ya es tabú. Mala madre es siempre más fácil que mal padre porque las figuras de cuidado somos nosotras, no los padres.

No aparecen casi los hombres en una película donde está esa estigmatización de género, pero también de clase. Hay un retrato de las condiciones de muchas madres y familias que no suelen aparecer en el cine normalmente, ¿por qué?

Cuando estaba a punto de rodar y me preguntaba con una compañera que por qué yo tenía que hablar de esta historia cuando yo no me encuentro en una situación como Pepa, la protagonista. Pero todas las mujeres con las que he hablado son Pepa. El concepto de clase estaba ahí. Si yo he hablado con muchas Pepas, no voy a hablar de otra clase social, a mí las que me han inspirado son Pepas. La clase social también es violencia, si hablamos de cómo se construyen las familias, estas no tienen recursos, no porque no quieran, sino porque no se les dan. ¿Cómo vamos a construir entonces ese mito de la maternidad? Si a la mujer se le pide que sea buena madre, que haga otras cosas, cómo va a tener tiempo si no tienen ni para comer. Era necesario que el concepto de clases estuviera ahí.

Tu propuesta bebe del cine social. Parece que tus referentes son Andrea Arnold, incluso Sean Baker y el color de The Florida Project, pero también se intuye mucha influencia de la tradición del cine europeo, de Ken Loach hasta una película reciente, La hija de un ladrón, de Belén Funes, ¿cuáles son tus referentes?

Los has dicho tal cual -risas- Todos esos. Belén Funes es una figura importantísima y me hizo un acompañamiento maravilloso en el rodaje. Es precioso tener a referentes cercanas, igual que Icíar Bollaín, Elena Martín… y muchas más. Pero también los Dardenne y Ken Loach, con sus películas sobre la clase trabajadora. Andrea Arnold, Lucrecia Martel… de cada director o director se puede sacar algo, magia.

Casi todos los departamentos técnicos están dirigidos por mujeres, ¿es así?

Pues mira, no me lo he planteado. Sí que es verdad que tal y como yo concibo el cine, para mí es una herramienta de militancia y de denuncia. Tengo la suerte de estar acompañada de mujeres que luchan por sus derechos a diario y para mí esto es una oportunidad de crear un espacio para tener voz entre nosotras, de cuidarnos y ver qué nos interesa, qué opinamos. También tengo que decir que, por ejemplo, trabajo mucho con el montador o con Carlos Villafaina que fue quien dirigió ‘La niña’. Es decir, que tampoco es una exigencia, pero sí que es verdad que para mí también es importante dar ese espacio a mujeres porque realmente el cine es una herramienta para tener voz y decir lo que pensamos.

Lo decíamos porque durante mucho tiempo se decía que no había mujeres técnicas y, quizá, lo que pasaba es que no las fichaban...

Claro, hablamos de posiciones técnicas. Anna Roca, que es la directora de fotografía, para mí es de las mejores que hay y se ha conseguido la película también gracias a ella, porque ella es el ojo, es quien nos enseña el personaje. Y hablo también de Laura, que es la directora de arte… Vamos, que hay muchísimas mujeres en posiciones técnicas.

Hay un flechazo entre la ESCAC y el Festival de Málaga, que ha impulsado mucho películas del llamado nuevo cine catalán, ¿qué os dan de comer en la ESCAC?

Nos dan de comer muchas horas de rodaje, porque realmente (y no exagero) los cuatro o cinco años de carrera era entrar a las 9 de la mañana y salir a las 9 de la noche y los fines de semana rodar. Lo bueno que tiene la ESCAC es que te da esta facilidad de rodar, rodar y rodar, además de crear una familia espectacular. Realmente, en ‘Ama’, había muchísimas compañeras de la universidad y claro, es que estás tantas horas que creas una familia. Y también tienes profesores y profesoras buenísimos y buenísimas que te dan una formación enorme. Pero sí, es rodar, rodar y rodar.

 
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