La "absurda" manera en la que Teresa Perales se enteró de que ganó el Premio Princesa de Asturias
La reciente ganadora del Premio Princesa de Asturias del Deporte nos cuenta cómo ha vivido las primeras horas después de lograr el reconocimiento y la reacción de su hijo al volver del colegio y ver las cámaras en su casa
Teresa Perales: "No pararía de contar la de cosas bonitas que me ha dicho mi hijo"
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Madrid
Teresa Perales es el sinónimo más exacto que una puede imaginarse de la superación, el sacrificio y el éxito. Desde ayer, a todo eso y a las 26 medallas entre los últimos 5 Juegos Paraolímpicos, debe sumársele uno de los mayores reconocimientos que puede recibir un deportista español en su trayectoria. Reconoce que "se quedó asombradísima" porque no tenía "ni la más remota idea" de que la había nominado hasta cuatro días antes. La noticia le saltó mientras estaba en el sofá sentada, porque está lesionada y no puede entrenar y pudo coger el teléfono. En ese momento, reconoce que se acordó de toda su familia, siendo primero su padre.
"Cuando mi hijo volvió del colegio, había cámaras en casa y le dije que me habían concedido el Premio Princesa de Asturias y me abrazó. Lo orgullosa que estaba de mí y la de cosas que me estuvo diciendo tan bonitos, no podría parar de contarlas", cuenta una feliz Teresa Perales.
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La última vez que recuerda ir corriendo y saltando "con la felicidad más absoluta" fue con el gol de Nayim en la final de la Recopa de Europa en 1995. "Fue otro bofetón tras la muerte de mi padre. No sabes muy bien cómo reaccionar. Ahora cuento el recuerdo de manera más positiva, pero seguro que no lo fue", explica Teresa.
"Una de las cosas peores que llevé en aquél momento fue ver cómo aquellos que me conocían y me habían visto de pie, me empezaron a mirar con pena al verme sentada. Llegué a cambiarme de acera para evitarme el marrón de explicarle a la gente lo que me había pasado", señala, a la par que cree que "el varapalo de su padre" le sirvió para ver todo de otra manera.
De pequeña, ella odiaba el agua y los entrenadores llegaron a decirle a sus padres que probase otro deporte. Ya con 19 años, su madre decidió que se bañara con un chaleco salvavidas en vez de un flotador y para superar la vergüenza, cuenta entre risas, empezó a nadar. Lo que más le gustaba era la "sensación de libertad, desplazarse de un lado a otro sin silla, etc."
"Empiezo y termino los días dando gracias ", apunta la nadadora, quien se define como "una gran amante de la vida" y cree que "lo que se hace con una sonrisa", funciona mucho mejor.
Mirando al futuro, su mayor ilusión es recuperarse de la lesión y "mirar a Tokio". "Sigo pensando en ir a los Juegos, con 45 años y 46 a la vuelta de la esquina, no hay nada imposible", zanja Perales.