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La SER te regala 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha' en una hora para celebrar el Día del Libro

Una obra brillante y divertida hasta las carcajadas, emocionante, una construcción perfecta

'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha', de Miguel de Cervantes, en 60 minutos / Cadena SER

Madrid

Este 23 de abril, queremos celebrar a lo grande el Día del Libro con un programa especial dedicado al Quijote, un emblema de la literatura española del gran Miguel de Cervantesnuestro mayor escritor de todos los tiempos y el mejor novelista universal. Contaremos con la participación especial de Pedro Casablanc en el papel de Don Quijote y Pepe Viyuela, que hará las veces de su fiel compañero Sancho Panza.

'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha', una construcción perfecta

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Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 con el nombre de Miguel, por lo que se ha supuesto que pudo haber nacido el 29 de septiembre, día del Santo. Falleció el 22 de abril de 1616, una semana después que Shakespeare, enfermo de hidropesía.

A Miguel de Cervantes le tocó vivir uno de los períodos más controvertibles de nuestra historia, a la vez que el más resplandeciente de nuestra literatura. La vida y la obra de Cervantes se alzan como el mejor exponente de uno y de otro extremo porque es, tal vez, uno de los hombres más desafortunados y controvertidos de su época y con absoluta seguridad, nuestro mayor escritor de todos los tiempos.

Pedro Casablanc y Pepe Viyuela en la grabación de &#039;El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha&#039;

Pedro Casablanc y Pepe Viyuela en la grabación de 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha' / CADENA SER

Casi al filo de los 60 años, la fortuna le da un respiro y, a principios de 1605, ve la luz 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha' en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta, con un éxito inmediato y varias ediciones piratas. Es una obra brillante, divertida hasta las carcajadas, emocionante, una construcción perfecta.

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Encarnó el viejo ideal de la conjunción entre armas y letras que, si de un lado lo animaría a alistarse como soldado y participar, no sin orgullo imperialista en Lepanto, de otro lo arrojaría a competir en el campo literario, aunque con muy desigual fortuna, en los tres grandes géneros a partir siempre de una formación claramente renacentista; la sufrió —decimos—, pagando sus ínfulas de grandeza imperial con un cautiverio seguido de un penoso cargo de recaudador de abastos, a la vez que teniendo que ceder terreno creativo ante el empuje de Lope de Vega en teatro y ante los grandes poetas de su tiempo en el arte de las musas; y, en fin, la rentabilizó, concibiendo una literatura sin parangón, siempre apegada a la realidad de su tiempo y siempre comprometida con el experimentalismo estético, que lo convertiría en el escritor inmortal que es.

Sin duda alguna, en la trayectoria que va de 'La Galatea' (1585) al Persiles (1617), pasando por el Quijote y las 'Novelas Ejemplares', se plasma, mejor que en la obra completa de ningún otro escritor, el proceso que va del Renacimiento al Barroco, pasando en este caso por el Manierismo.

El mayor homenaje literario hecho nunca a la miseria humana

Entre bromas y veras, entre descalabros cómicos y reflexiones irónicas, Alonso Quijano logra vivir literariamente, al modo caballeresco, los últimos años de su hidalguía, una vez convertido, por voluntad propia, en Don Quijote de la Mancha. Y Cervantes aprovecha tan ridículo empeño, calamitoso a más no poder, para erigir una grandiosa atalaya, ética y estética, cuajada de logros definitivos e imperecederos: identidad de vida y literatura, equilibrio entre admiración y verosimilitud, perspectivismo y polifonía narrativa, libertad como eje moral y creativo, decoro lingüístico polifónico.

Como resultado, lograría posiblemente el mayor homenaje literario hecho nunca a la miseria humana, otorgándole graciosamente al hombre el derecho divino de hacer realidad sus sueños y aun de saber morir renunciando a los mismos.

Antonio Martínez Asensio, director de &#039;Un libro una hora&#039;

Antonio Martínez Asensio, director de 'Un libro una hora' / CADENA SER

El Quijote cuenta con un soporte intencional férreo. Se trata de la parodia de los libros de caballerías, gestionada por una concepción de la locura sólo imaginable por nuestro genial creador. Si nos fiamos de sus declaraciones, el libro fue concebido como invectiva contra los libros de caballerías y estaba destinado a erradicarlos. Cervantes se inscribía en la corriente culta de protestas contra la "mal fundada máquina" de los disparates caballerescos, con la diferencia de que su magistral parodia sí terminaría desterrándolos del panorama literario.

La falta de cordura de don Quijote

En un principio, don Quijote está rematadamente loco, si bien no se trata de una esquizofrenia general, sino más bien de una monomanía tocante al mundo caballeresco que deja amplio y lúcido espacio para la cordura. Cervantes se ha cuidado muy mucho, ilustrándose en los tratados médicos de la época, de matizar perfectamente la falta de cordura de don Quijote y perfiló milimétricamente, muy por encima de las burlas, cada matiz de ese enloquecimiento, para exprimirlo y rentabilizarlo novelescamente de forma irrepetible.

No se trata de una situación estática, sino de un proceso complicadísimo, que no deja de entrañar un proyecto de vida conscientemente asumido. Más que de un caso de locura, parece tratarse de un procedimiento creativo tendente a ilustrar literariamente el problema de la realidad y de la ficción.

La locura, en consecuencia, es realmente una estrategia de acercamiento a la realidad: un modo muy original de realismo idealista que aproxima perfecta y peligrosamente lo más prosaico a lo más disparatado, otorgando a lo segundo carta de naturaleza novelesca en la realidad cotidiana, mediante un juego de espejos, entre paródico, cómico e irónico, donde las imágenes habrán de ser fijadas por cada uno de los lectores.

Bien sabido es que no hay nada anterior, y quizá tampoco posterior, ni remotamente parangonable con la historia del viejo hidalgo. De modo que para idearla no valía echar mano de tal o cual modelo, ni tampoco atenerse a la preceptiva literaria. Había que partir de cero y todo induce a pensar que el diseño emerge de la vida misma: los planteamientos son fruto, básicamente, de las cavilaciones de Cervantes, desilusionado, cansado, fracasado, con las fuerzas justas para apostar por un mundo de ensueño, pero bien consciente de que "los sueños, sueños son". La novela era el único territorio en el que cabía imponerse, el Quijote la última oportunidad de alzarse con la monarquía narrativa, como Lope de Vega se había alzado con la cómica.

Olga Hernangómez, Antonio Martínez Asensio y Eugenio Barona, mientras narran las andanzas de Don Quijote y Sancho Panza

Olga Hernangómez, Antonio Martínez Asensio y Eugenio Barona, mientras narran las andanzas de Don Quijote y Sancho Panza / CADENA SER

Así de tontamente, sin más preceptos retóricos, ni poéticas clásicas ni imitaciones reglamentadas, se ideaba un universo deslumbrante, que estaba llamado, aunque habitado por hidalgos lugareños enloquecidos, por destripaterrones zafios, por labradoras mostrencas, por una canalla sin escrúpulos..., a sentar los fundamentos más sólidos de la novela moderna.

Cervantes concibe la novela como historia poética: sin necesidad de atenerse estrictamente a la verdad de los hechos, bastará con no rebasar nunca la verosimilitud; se trata de referir "lo que pudo ser", por disparatado que parezca, de modo que produzca admiración.

El grandioso monumento literario cervantino es la historia ficticia y disparatada, a la vez que divertidísima y aleccionadora, de un viejo hidalgo lugareño empeñado en resucitar a la vieja "caballería andantesca" en tierras manchegas, pero, lógicamente —y, por ello, verosímil—, después de haber enloquecido leyendo sus relatos. Ofrece una anécdota sencilla, unitaria y bien trabada que se vertebra en las tres salidas de la aldea, en búsqueda de aventuras.

Este artículo es un extracto de la introducción de Florencio Sevilla en la edición de Penguin Clásicos. Florencio Sevilla fue catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, era un magnífico profesor y falleció en diciembre de 2020

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