'La plaza del Diamante', el crecimiento y la lucha de una mujer frente a una realidad trágica
Gabriel García Márquez aseguró que era la novela "más bella que se ha publicado en España desde la Guerra Civil"
'La plaza del Diamante', la lucha de una mujer frente a una realidad trágica
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Mercè Rodoreda nació en 1908 en Barcelona y murió en Girona en 1983. Ha sido una de las escritoras catalanas más importantes de todos los tiempos. Identificó desde muy joven la esclavizante situación femenina que implicaba vivir del sustento de un marido. En los años 30 inicia su labor literaria. Trabaja la literatura infantil y juvenil y el cuento para adultos y culmina su primera etapa literaria con la novela 'Aloma', que reescribió casi en su totalidad en 1969.
El exilio hace que Mercè Rodoreda guarde un silencio de más de 20 años. Vive en Burdeos y en País y en 1954 se traslada a vivir a Ginebra trabajando como traductora en la Unesco. No vuelve a España hasta 1979. Es la autora de 'Vint-i-dos contes', 'El carrer de les Camèlies', 'La meva Cristina i altres contes', 'Mirall trencat' ó 'Jardí vora el mar'. En 1980 recibe el Premi d'honor de les lletres catalanes.
En 1962 se publica 'La plaza del Diamante' de la que Gabriel García Márquez dijo que era "la más bella [novela] que se ha publicado en España desde la Guerra Civil". Es una novela mágica, hermosa y a la vez terrible, que cuenta como pocas la historia de una mujer que no es dueña de su destino. Y su liberación.
Hablar de la Guerra Civil y la Posguerra sin apenas nombrarlas
'La plaza del Diamante' es un libro sobre la Guerra Civil y la Posguerra, pero, a diferencia de otros que también tocan ese tema, acierta al hacerlo sin apenas mencionarlas, sin necesidad de entrar en ellas. Nos enteramos de lo que pasa sin que a Rodoreda le haga falta describir escenas ni perder el tiempo con detalles. Lo que importa no es lo que se libra a lo lejos, sino la manera en que impacta sobre Colometa, la forma estoica en que lo percibe y el mundo de imágenes poéticas que produce en ella todo ese fragor. Es importante la visión femenina de una mujer corriente que nos da una perspectiva en la que la crudeza de la guerra va golpeando de forma terrible sin necesidad de salir de su casa ni de su barrio.
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Valiéndose de la técnica del monólogo interior, Mercè Rodoreda consigue transmitir al lector los sentimientos más profundos de la protagonista, a través de un estilo simple, y una mirada inocente y sincera. A lo largo del texto (plagado de símbolos y metáforas visuales) el lector consigue descubrir la resignación, el crecimiento y la lucha de una mujer frente a la realidad trágica que le ha tocado vivir, así como ser testigo de los convencionalismos de una época que dejaba a la mujer apartada y en un segundo plano. 'La Plaza del Diamante' es un relato febril y ágil arrollador por momentos, verosímil y vibrante en una voz más anónima y dormida, pero seguramente más real que todas las que suelen contarnos aquella época.
Los espacios domésticos de Natalia/Colometa son cerrados contrastando con los espacios masculinos que son abiertos. Colometa circula primero en el apartamento del padre y la pastelería donde trabaja, luego en el apartamento de Quimet, luego en el apartamento donde ejerce de criada para terminar en el apartamento de su segundo marido. Al principio de su vida Colometa tiene miedo de los espacios abiertos y se confina en sus cuatro paredes. En cambio, en el período de su madurez, su agorafobia se transformará en claustrofobia y busca los parques y jardines abiertos y con flores.
La importancia de la simbología para entender la obra de Rodoreda
En las ficciones de Rodoreda pasan pocas cosas, pero siempre hay una figura femenina que contempla el mundo que la rodea. Resulta especialmente importante la simbología de la casa y el jardín. Para la crítica europea la muerte de la madre de Natalia se convierte en el eje central de la novela, y enlaza la muerte de la madre de Natalia con la imposibilidad de Natalia de relacionarse con el sexo contrario.
Desde el principio de la narración aflora el tema de la soledad. De la misma manera que a la madre de Natalia se la asocia con unión creando una imagen positiva, al padre se le asocia con ruptura, creando el efecto contrario, una imagen negativa. La señora Enriqueta hará de madre no solamente de Natalia sino de sus hijos.
A partir del momento en que Quimet le cambia el nombre a Natalia, empieza el proceso de transformación de esta. Quimet quiere una mujer sumisa. A pesar de que Quimet no se lleva bien con su madre, se la menciona a Natalia como modelo a imitar. Las características que busca Quimet en su esposa son abnegación, sacrificio y sumisión. El desconcierto de Natalia con Quimet se debe a que se encuentra sola e indefensa en el mundo. El Quimet solo ve a Natalia por fuera. Ve lo que quiere que ella sea para él. Ve a la Colometa. A Natalia, que no sabe quién es, la ve el Mateu, un amigo del Quimet. La ve el tendero que le vende las arvejas para las palomas del Quimet.
Hay una gran simbología en las palomas. La única persona que se opone en repetidas ocasiones en la novela a tener palomas enjauladas es Cintet, llegando en una ocasión a dejarlas en libertad, metáfora de las injusticias y premonición de la Guerra Civil. Con la construcción del palomar Quimet va echando a Natalia de su territorio. La ocupación del piso por las palomas ha sido relacionado con la maternidad de Natalia al ser ambas ocupaciones impuestas. La invasión de las palomas enerva a Natalia, que tomará la determinación de acabar con las palomas al mismo tiempo que estalla la Guerra Civil. Este acto de rebelión contra Quimet es el más importante de la novela, especialmente por ser una rebelión silenciosa.
El matrimonio y la maternidad, a ojos de la protagonista
Para Natalia tanto el matrimonio como la maternidad son actos dolorosos, impuestos por parte de Quimet, él cual le hace ver las estrellas a Natalia cuando éste le avisa que después de comer van a hacer un niño. Las metáforas maternales se suceden a lo largo de la novela. Natalia se siente hinchada y no disfruta de la experiencia.
Dentro de la sociedad patriarcal, el hecho de que Natalia no pueda criar se ve como una tara. Natalia es una madre incompleta al no tener leche para su cría, creando un proceso de desvinculación entre madre e hijo. Esta desvinculación llega al extremo cuando el niño Antoni no quiere el biberón ni nada y está a punto de morir.
Antoni representa una liberación sexual para Natalia debido a la impotencia de este por una herida de guerra. Natalia encuentra en Antoni lo que nunca tuvo con Quimet y, lo más importante, sexualmente está segura. Antoni es un mutilado de guerra con lo cual no puede fundar una familia, y es todo bondad con Natalia y con los hijos de ella. La figura de Antoni es un refugio de paz y seguridad económica y sexual para Natalia. Representa la madurez del personaje y el fin del ciclo maternal de Natalia, liberándola de su pasado.