Empiezan las rotaciones

Madrid

Nadie creerá que la designación de Salvador Illa, como candidato del Partido de los Socialistas de Cataluña a las elecciones del 14 de febrero, ha sido un soplo del Espíritu Santo que haya descendido sobre la dirigencia del PSC. Está inducida por el Presidente Sánchez, quien, con su desenvoltura habitual, ayer mismo confirmaba la inamovilidad del Gobierno, volcando elogios a los ministros, sin que se causara reparo alguno, hoy, abrir la remodelación del Gabinete. Porque hemos de saber que el de Sanidad no será el único cambio en las carteras ministeriales. Cuestión distinta es el sentido que tengan esas rotaciones, habida cuenta de que, como sostiene Ferlosio, mientras los dioses no cambien nada ha cambiado, y de ahí que, en tanto los cambios mantengan inalterado a Pablo Manuel Iglesias, carecerán de significación.

Vemos, pues, qué poco dura la alegría en casa del pobre y qué incierta es la vida política de quienes dependen para su continuidad de que el líder les haga confianza. Porque, con la escenografía de los días grandes, ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibía la matrícula de honor que le otorgaba un sanedrín examinador elegido a capricho para que auditara su rendición de cuentas. Pero conviene enfocar al elegido Salvador Illa, que se ha resistido a facilitar los nombres del Comité de Expertos, que solo era un grupete de funcionarios sin mayor cualificación científica como se daba a entender, que se ha librado de que se auditara su gestión de la pandemia y que todavía, hace solo unas horas, sostenía que Iceta sería el candidato para las elecciones, cuando estaba al corriente de que su candidatura se venía cocinando desde el 27 de julio. Dicen que llegó al ministerio sin apenas experiencia política. Aceptemos que aprendió muy pronto.