A vivir que son dos díasLa píldora de Jorge Guerricaechevarría
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Esquivar la última bala

"Como si fueran ventrílocuos, con una voz apelan a nuestra responsabilidad ciudadana y con otra más bajita, más subliminal, no dejan de insinuarnos que como las Navidades no funcionen... se nos hunde el chiringuito. Ya no hay margen"

'Esquivar la última bala', por Jorge Guerricaechevarría

'Esquivar la última bala', por Jorge Guerricaechevarría

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Madrid

La película se titula “Los violentos años 20”, Con James Cagney y Humphrey Bogart como protagonistas.

Son dos americanos que hacen amistad en medio de las trincheras de la primera guerra mundial y terminan convirtiéndose con el tiempo en jefes de una organización mafiosa en medio de la ley seca en Estados Unidos.

Hace años que no he vuelto a verla, pero recuerdo un momento en el comienzo de la película que se me quedó grabado.

Los protagonistas están en la trinchera cuando llega otro soldado con la noticia de que la guerra ha terminado. Los generales han llegado a un acuerdo en el bosque de Compiegne y se ha decretado el cese de hostilidades a las 11 horas de la mañana.

Todos están felices por la noticia; se abrazan y felicitan por haber sobrevivido a una de las mayores matanzas de la historia.

Es entonces, tal y como lo recuerdo, que quien trajo la noticia se incorpora en la trinchera lo suficiente como para recibir un disparo alemán justo a las 10 horas y 59 minutos. El último muerto de la guerra en el último minuto del combate.

La escena, aunque con muchas licencias, se basaba en un hecho real, la muerte del soldado americano Henry Gunther justo un minuto antes del alto el fuego. La última de muchas muertes sin sentido producidas por los últimos latigazos del conflicto.

El recuerdo de esta escena me viene ahora a menudo a la cabeza en estos días.

Con muchas papeletas en el bombo para tener complicaciones graves en el caso de pillar la infección, desde que se anunció la vacuna me siento un poco como Humphrey Bogart tratando de esquivar la última bala: Con miedo a levantar demasiado la cabeza en medio de la celebración de un final anunciado que todavía va a tardar miles de minutos en llegar y que mucha gente está decidida a no esperar ni uno en celebrar.

En lugar de generales ahora son los expertos sanitarios y logísticos los que ultiman los detalles de este final anunciado a bombo y platillo, pero mientras tanto aquí nadie quiere ser ya el malo que restringe las ganas de fiesta y el éxito de la campaña de Navidad.

Como si fueran ventrílocuos, con una voz apelan a nuestra responsabilidad ciudadana y con otra más bajita, más subliminal, no dejan de insinuarnos que como las Navidades no funcionen... se nos hunde el chiringuito. Ya no hay margen.

Y mientras tanto, yo, por si acaso, me ajusto bien el casco y sigo caminando todo lo agachado que puedo. Esquivando las balas.

 
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