En 2020 se consume más cocaína que nunca: "Este negocio mueve casi 330.000 millones de dólares en el mundo"

Entre los datos que arroja El Plan Nacional para las Drogas, publicado esta semana por el Ministerio de Sanidad, sorprenden algunos en relación con los hábitos de consumo de drogas en nuestro país. El cannabis se ha convertido en la primera sustancia ilícita más consumida. En 2017 lo había probado alguna vez en la vida el 35,2% de la población y en 2019, el 37,5%. En el caso de la cocaína y según la encuesta, alrededor del 11% de los sujetos entrevistados ha probado la cocaína alguna vez. Datos como estos han vuelto a poner el foco en el eterno debate de si la legalización de este tipo de sustancias es una solución a un problema que no parece que vaya a menos.

La regulación de las sustancias estupefacientes lleva siendo unos años un tema de debate internacional; algunos países como Holanda o Uruguay comenzaron a regular todo el proceso de producción y venta de sustancias como el cannabis, con el objetivo de acabar con uno de los grandes problemas que estas actividades presentan: las economías sumergidas, que suponen la perdida de millones de euros de forma anual para los gobiernos. Según David Pere Martínez Oró, coordinador de la unidad de políticas de drogas de la Universidad Autónoma de Barcelona, la regulación debe llevarse a cabo, pero no todas las sustancias deben abordarse de igual modo. David puntualiza que “antes de legalizar la cocaína, es más apremiante legalizar sustancias como el cannabis”.

Algunos de los interrogantes más frecuentes de una hipotética legalización son el posible aumento del consumo y las posibles consecuencias económicas que ofrecería gravar un negocio que mueve una enorme cantidad de millones de euros en todo el mundo. Según la encuesta de edades, el 60% de la población reconoce que le sería fácil comprar cocaína por lo que, según comenta David en La Ventana, “este indicador no deben ser una alarma, a diferencia del indicador de consumo problemático”. El foco debe ponerse en la adicción que genera el uso de estas sustancias y no tanto en la facilidad con la que los consumidores puedan obtenerlas.

Para David “el elemento principal no es tanto la regulación, sino el modelo de que se aplica”. Las experiencias de países como EE. UU, Canadá o Holanda ofrecen una serie de datos que pueden ayudar a la hora de establecer que hoja de ruta se puede seguir en España. Sin embargo, David advierte que en las políticas de legalización de drogas “existe toda una geopolítica y una diplomacia muy controvertida, que complica que un país de el primer paso en la legalización de sustancias de esta naturaleza”. Los efectos de la prohibición, a la vista de los datos, evidencian que estas restricciones no han supuesto un freno al consumo ni a la presencia de las drogas en las calles. Por tanto, concluye, que “hay que tomar las riendas y un paso importante sería quitarle el negocio o una parte de él a las redes criminales”.