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Predicaban lo que no practiban

Hubo que esperar a los años 1981 y 1985 para dar los pasos respectivos, en parte por la demanda de la sociedad siempre menos conservadora de lo que algunos de sus representantes hacían creer. Pero también porque otras de las voces contrarias se demostraron sepulcros blanqueados, predicaban lo que no practicaban

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Barcelona

La transición de la dictadura a la democracia estuvo acompañada por dos grandes e intensos debates sociales el del divorcio y el del aborto. Abordarlo suponía recuperar el espíritu de la Segunda República, pero la oposición, debida especialmente a la presión de la Iglesia Católica de entonces, fue muy beligerante. Y las dudas, transversales. Hubo que esperar a los años 1981 y 1985 para dar los pasos respectivos, en parte por la demanda de la sociedad siempre menos conservadora de lo que algunos de sus representantes hacían creer. Pero también porque otras de las voces contrarias se demostraron sepulcros blanqueados, predicaban lo que no practicaban.

Este comportamiento se ha repetido en cada una de las posteriores revisiones de las leyes de interrupción voluntaria del embarazo, que el tiempo y la tendencia trasladaron al largo debate sobre una ley de la Eutanasia tan necesaria como las anteriores para regular lo que la vida no permite dejar al margen de la ley.

Hoy el Congreso ha avalado un texto garantista y sofisticado que en caso de graves e irreversibles dolencias, facilita poder decir adiós voluntaria y conscientemente. Cuando veas que este mundo para ti ya sólo es la sombra de lo que fue. Y los argumentos contrarios han vuelto a replicar lo que marcaron los cánones hace cuarenta años. Hacer creer que la ley te obliga cuando la ley sólo te permite una estrategia que se ha demostrado reiteradamente errónea, porque la posibilidad de cualquiera de todos estos casos nunca ha dejado de ser personal e intransferible. Y es que al final todo se desvanece ante la muerte y no existe razón para no seguir tu corazón. Lo dejó dicho Steve Jobs mientras depositaba una parte de su corazón en nuestros bolsillos. Allí donde escondemos los secretos de nuestra vida privada, a veces contrarios a las actuaciones de nuestra vida pública.

 
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