Aquellos minutos de oro
La espontaneidad con la que el rey emérito se hizo querer entre los suyos, su campechanía, será investigada por el Supremo en las navidades más guionizadas de nuestra vida
Madrid
Cuando se acercan estas fechas nos acordamos de los que ya no están. Y Juan Carlos I siempre ha sido una figura navideña. Es decir, en los mejores tiempos de la monarquía la monarquía era algo en lo que reparábamos en Navidad. Y al rey se le podían entrecomillar frases en Navidad. Y la corona era una institución que se programaba para Navidad, de hecho se programaba en todos los canales y la sensación era de una dictadura tierna, porque la misma cara en todos los canales siempre produce sensación de dictadura, aunque la cara sea Madonna. Eran los minutos de oro de cualquier partido político: la familia a punto de emborracharse y a punto de ponerse a discutir, pero sin estar borracha y sin estar discutiendo, y tú en la pantalla dando un mitin. Era el rey en campaña asociando su imagen a motivos todos ellos estupendos: familia, felicidad, marisco, niños, regalos, impuestos en regla, hipoteca en orden, el abuelo diciendo que éstas serán las últimas (el abuelo prepandémico, a saber qué discurso tienen preparados los abuelos esta Nochebuena). Y bueno, que se haya hecho público que la Fiscalía investigue la espontaneidad de su regularización de impuestos, cierra el círculo: la espontaneidad con la que el rey emérito se hizo querer entre los suyos, su campechanía, será investigada por el Tribunal Supremo en las navidades más guionizadas de nuestra vida. Es memorable todo esto.
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Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario...