Propaganda inútil y carísima
No quiso la presidenta reforzar la asistencia primaria, saturada hasta la desesperación, ni contratar a los rastreadores que le exigían las autoridades sanitarias

Madrid
Se queja Isabel Díaz Ayuso -tiene la presidenta madrileña una tendencia histriónica al lamento y la jeremiada- de que los sanitarios protagonizaran una protesta política al tiempo que ella, acompañada por su jefe el pimpollo Casado, admirado de que un hospital no tuviera quirófanos, procedía a la solemne y semiclandestina inauguración de una nave conocida como Isabel Zendal, que la presidenta insiste en llamar hospital.
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Claro que le gritaban como protesta política, porque qué otra cosa era ese acto público sino un gigantesco evento propagandístico, político, naturalmente, para su mayor lucimiento.
Bien sabe ella y sus asesores, todo el circo dirigido por el inefable Miguel Ángel Rodríguez, que el carísimo centro -ha superado notablemente el coste previsto- no sirve de nada, vacío más de la mitad el gigantesco local y, sobre todo, sin personal que garantice su funcionamiento.
No quiso la presidenta reforzar la asistencia primaria, saturada hasta la desesperación, ni contratar a los rastreadores que le exigían las autoridades sanitarias. Prefirió el artificio, la pamema, la alharaca y el estrépito. Ahí tienen su prioridad: la nada.