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'Mank', David Fincher homenajea al cine y muestra el origen de las Fake News

El director ha firmado una de las películas del año, que estrenará Netflix, y que cuenta cómo se gestionó el guion de Ciudadano Kane en una obra favorita, desde ya, para los Oscar

Fotograma de Mank / CEDIDA

La era Trump será recordada por muchas cosas, en el ámbito cinematográfico, porque hizo que Hollywood entrara a saco en política. Directores que nunca habían mostrado claramente una mirada política en su cine, empezaron a hacerlo, conscientes o inconscientes del momento que vivían, en sus películas. Prueba de ello es la maravillosa Mank, nueva película de David Fincher que estrenará Netflix el próximo 4 de diciembre.

Mank es un homenaje al cine clásico y a Ciudadano Kane. No es la primera vez que la esencia de la cinta de Welles, considerada una de las mejores películas de todos los tiempos, se cuela en una película de Fincher. La red social puede leerse como el auge y caída de un empresario ególatra que sufrió pérdidas de cariño en su niñez, como Charles Foster Kane.

Orson Welles ya atizaba a las fake news, aunque todavía ese nombre no aparecía para denominarlas, mostrando a ese trasunto de William Randolph Hearst, uno de los primeros magnates de la comunicación, que cambió el periodismo para siempre y cuyas consecuencias seguimos viviendo en la época de show y el espectáculo informativo. Lo que hace Fincher es poner en el centro a Herman J. Mankiewicz, guionista de la película de Welles y cuál fue el proceso para escribir uno de los mejores guiones de la historia del cine.

Gary Olman está espectacular haciendo de un Mank carismático, bocachancla, parlanchín, inteligente y ácido. Enfrentándose, medio en broma y medio en serio, a Louis B. Mayer y Hearst, casado con una cantante y actriz a la que colaba en todas las películas que podía y que tonteaba con nuestro Mankiewicz. Todo en Mank está bien. La dirección, el montaje, el guion, el blanco y negro y los actores. Gary Oldman ganará el Oscar. Atención a Charles Dance y a Arliss Howard, como Hearst y Mayer respectivamente. Y también a Amanda Seyfried, como una Marion Davis ingenua y lista a la vez.

Con varias líneas narrativas y con el recurso de las acotaciones de guion antes de pasar de una línea temporal a otra, como homenaje a un oficio imprescindible en el cine, Mank cuenta los entresijos de un Hollywood que no rechazaba a Hitler, que odiaba al Partido Republicano y que temía, sobre todas las cosas, al comunismo.

En una escena brillante en la que todos, en una fiesta, discuten sobre las diferencias entre el comunismo y el socialismo, acaba sonando la Internacional. Algo nunca visto en una película de Hollywood, que aupó y permitió la Caza de Brujas. Por cierto, que ya van dos escenas de este tipo este año, las dos en Netflix, una la firma Sorkin y otra Fincher. Ambos, dos de los mejores retratistas de la sociedad estadounidense actual.

Ciudadano Kane es una de las películas más actuales de todos los tiempos, quizá ahí esté la magia de la película. En ella veíamos algo que Trump puso en práctica tras perder estas elecciones: acusar de fraude electoral al sistema cuando el resultado no te gusta. Mank no trata de reactualizar o corregir el clásico, sino de completarlo. De mostrar el contexto por el que Orson Welles, interpretado con solera por Tom Burke, quiso retratar a uno de los males de nuestro tiempo. La figura del magnate del petróleo, de la política, de los parques temáticos, de los medios de comunicación... De todas esas cosas que engendró aquel capitalismo incipiente y que hoy ya sabemos cómo acaban.

En Mank está la corrupción de los pozos petrolíferos, la defensa de Upton Sinclair, que después otro gran director, Paul Thomas Anderson, trasladaría a la pantalla en Pozos de ambición. Está el funcionamiento de la mentira y la propaganda en el país que se erige en representante de la libertad de expresión. Mayer y Hearst hacían en la MGM noticiarios falsos, con actores de la factoría, que hablaban de las bondades de los candidatos republicanos, del miedo al comunismo soviético que se instalaba en el país. Así es como manipulaba Hearst con la ayuda de Hollywood, mientras publicaba sus portadas amarillistas mintiendo sobre España, sobre Europa y sobre Hitler, al que consideraban solo alguien que pondrá firmes a los comunistas.

David Fincher, en muchas de sus películas, ha mostrado la preocupación por el relato mediático. Zodiak, Perdida y La red social si bien no versan sobre ello, si tienen ese tema entre sus líneas. Mank es la película que mejor habla del presente, de la desinformación y el auge de la extrema derecha, de los peligros de que magnates ególatras posean los medios de comunicación, a la vez que un sinfín de empresas con intereses. Desde Hearst, la concentración empresarial en los medios de comunicación, ha sido un gran lastre para los derechos civiles y la población, no solo de Estados Unidos, sino del mundo. Recuerden a Baudrillard sentenciando aquello de "la guerra del Golfo no ha tenido lugar", después del trabajito que hizo la CNN. Y lean a Chomsky que lo explica mejor que yo.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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