Una reflexión autocrítica
La noche americana nos ha traído la metáfora perfecta: hemos mirado mucho los defectos de Trump, pero no el escaso atractivo del Biden
Madrid
Milagro hubiera sido que, después de cuatro años gobernando a punta de tuits y a punta de fake news, Trump no introdujera ya esto, y lo ha hecho ahora mismo, cargando todavía más de nervios este tiempo tremendo, que es un tiempo de prueba, prueba para la solidez jurídica institucional de Estados Unidos, para la fortaleza de su economía, que ahora está cercada por el peor de sus enemigos, la incertidumbre, y para el temple ciudadano, porque con la división del país, que se agudiza hasta extremos peligrosísimos, lo que ahora empieza, la tromba fake news que va a caer, va a ser absolutamente peligrosa.
No sé cómo vamos a vivir esta espera. Lo primero que se me ocurre es una reflexión autocrítica: ni en el año 2016 supimos adivinar la victoria de Trump y este año hemos sabido medir su resistencia. Y es que no estamos aprendiendo porque nos están nublando la vista una actitud de superioridad moral que no acierta a bajar de las nubes y sobre la cual hemos de reflexionar seriamente. Esta convicción, a mi me parece que es pereza intelectual que tenemos, según la cual el peso de los valores democráticos que estamos pregonando, esos que decimos que Trump amenaza, se tienen que poner por la ley de la gravedad, porque sí, que tienen que fraguar y actuar en favor de los ciudadanos de una manera espontánea, y no es así.
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Lo hemos debido entender esto, y en vez de dedicar tanto tiempo ridiculizar a los populismos, lo tendríamos que dedicar a mirarnos en el espejo y a comprobar que estamos cochambrosos. La figura de la democracia tradicional de este mundo está quedándose cochambrosa; lo escuchimizada que se muestra la oferta tradicional de los partidos, lo avejentada que está por las corruptelas y como están también nuestras instituciones semi anémicas...
Creo que en este momento hay que estar aguardando el resultado, cruzando los dedos para tratar de ver si puede producirse un resultado mejor, pero creo que la noche americana nos ha traído la metáfora perfecta: hemos mirado mucho los defectos de Trump, pero no el escaso atractivo del Biden. Lo hacemos siempre: estamos venga a observar las grandes amenazas de estos populismos y no estamos mirando la debilidad extraordinaria de nuestras democracias que estamos pregonando tan solemnemente y que merecerían una recuperación que no estamos cuidando.