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Un mal día lo tiene cualquiera

La doble condena de Miguel Servet

El erudito aragonés se marchó a Ginebra para huir de la Inquisición francesa, pero a Calvino tampoco le gustaron sus ideas y acabó en la hoguera el 27 de octubre de 1553. Los católicos también lo habían quemado, en efigie simbólica, cuatro meses antes

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Históricamente, uno de los motivos favoritos de cualquier europeo para matar a otros europeos ha sido la religión. La aparición del islam a finales del siglo VII hizo que se trasladaran los genocidios religiosos hacia los practicantes de este nuevo culto, pero en el siglo XVI la aparición dentro del cristianismo de las corrientes conocidas como protestantismo hizo que las discrepancias fueran un asunto mucho más interno.

En España ya llevaba funcionando unos cuantos años la Inquisición, y la aparición del protestantismo le permitió diversificar sus persecuciones más habituales. Lo lógico hubiese sido que Miguel Servet, natural de Villanueva de Sigena, se las hubiese tenido con la Inquisición cuando publicó un libro ridiculizando la idea de la Trinidad. O sea, la idea de que Dios es al mismo tiempo una única entidad y tres entidades a la vez, concretamente, Dios mismo, su hijo Jesucristo, y el espíritu santo. De hecho, cuando lo publicó, a la Inquisición no le hizo ninguna gracia, pero se dio la circunstancia de que Miguel llevaba tiempo viviendo y publicando en otros países europeos. Aún así, fue detenido por la Inquisición francesa, que tenía toda la intención de condenarlo a muerte.

Servet consiguió escapar, y se fue a Ginebra, en Suiza, donde Calvino, un protestante, estaba al frente de la comunidad cristiana. Pero esto no quiere decir que viese con buenos ojos las teorías de Servet: todo lo contrario. El erudito aragonés fue apresado en la ciudad suiza el 13 de agosto de 1553. Dos meses y medio después, el 27 de octubre, fue quemado en la hoguera por hereje. Lo curioso es que los católicos también lo habían quemado, en efigie simbólica, cuatro meses antes.

 
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