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Cuando Donald Trump se convierte el principal promotor de desinformación en la campaña electoral

De sectas satánicas y teorías conspirativas a mentiras sobre la pandemia, la campaña para las presidenciales estadounidenses está marcada por una estrategia de desinformación calculada para sacar rédito electoral

Cuando Donald Trump se convierte el principal promotor de desinformación en la campaña electoral

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Washington

Cuando Donad Trump repetía en marzo que el coronavirus desaparecería con el calor, buena parte de la población se mofó de él y otra repetía el mensaje para evitar acatar las recomendaciones de cuarentena. Cuando habló de tomar hidroxicloroquina, un medicamento no autorizado para tratar la Covid-19, se reportaron casos de muertes e intoxicaciones por la ingesta de la sustancia. Da igual lo que diga este presidente, que levanta tantas pasiones como odios. Siempre tiene seguidores que le creen y le siguen como un fiel a su gurú y detractores que no lo soportan.

Desde antes de que el virus se convirtiera en pandemia, Donald Trump ha estado asesorado por los mejores expertos virólogos del país. Aunque se ha pasado meses negando los efectos letales del coronavirus, el presidente sabía desde enero el riesgo de que el virus se expandiera, como así ha pasado. Se lo reconoció a Bob Woodward en privado, en una conversación que el mítico periodista hizo pública en septiembre. Es decir, Trump conocía y reconocía el riesgo en privado y en público minusvaloraba la crisis.

Baja la confianza en Trump para gestionar el coronavirus

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Obviamente, no era una manía del presidente sino una estrategia. "Hasta finales del verano, las principales preocupaciones de los ciudadanos eran la economía y mantener la ley y el orden", dice David Wasserman, editor de The Cook Political Report y uno de los analistas electorales de más prestigio del país. Esto entraba dentro de la narrativa de Trump, que quería recuperar los puestos de trabajo que se habían perdido y deslegitimar las protestas contra la violencia racial.

Pero las muertes y los contagios no han hecho más que aumentar y los ciudadanos, cada vez más, tienen menos confianza en él para gestionar la pandemia. Más del 60% cree que miente cada vez que habla sobre el coronavirus, frente al 30% que sí le cree.

A principios de octubre anunció que se había contagiado, omitiendo información sobre dónde y cuándo dio positivo o sobre su propio estado de salud. La Casa Blanca mantenía que se encontraba bien cuando se reveló que estaba recibiendo oxígeno adicional. Tras una recuperación exprés, Trump ha elegido seguir quitándole importancia a la crisis, ridiculizando a Joe Biden por llevar mascarilla y llamando "idiotas" a los científicos que le asesoran. "Si llego a hacer caso a Fauci y a estos idiotas", dijo el presidente hace unos días, "el país estaría sumido en una depresión masiva". Anoche mismo, en el debate, asegura que el país "está superando la pandemia", con 70.000 contagios diarios y más de 222.000 fallecidos.

En definitiva, Trump ha elegido la confrontación y la mentira, en vez de la reconciliación y los hechos para intentar convencer a los estadounidenses para que le reelijan. "Pudo haber hecho un ejercicio de empatía para cambiar la dinámica política y social de polarización en la que está sumida el país" dice el consultor Javier de la Maza, "podía haber admitido que había menospreciado el virus, aconsejado la mascarilla y acabar con la pandemia, pero sus prioridades son otras". Trump prefiere dar lo que su base le pide, al fin y al cabo son los que le pueden mantener en el poder, aunque para eso tenga que pasar por encima de la verdad.

De las teorías conspirativas de internet a los congresos estatales

Una letra, sola, misteriosa y en mayúscula empezó a aparecer hace cuatro años en los mítines de Donald Trump. Unas veces en la camiseta de alguna persona. Otras, era una silueta de cartón. Ese símbolo empezó a extenderse y se ha vuelto habitual ver entre los seguidores del presidente esa Q en todas formas de merchandising, Es la inicial de QAnon, un grupo conspirativo que a día de hoy tiene millones de seguidores.

En realidad, QAnon recoge una amalgama de teorías conspirativas pero la más conocida habla sobre una élite mundial que maneja una red satánica y pedófila, en la que aseguran hay demócratas bebiendo sangre de niños y traficando con sus órganos y para los que Donald Trump es el salvador. Huelga decir que no hay ni una evidencia que pueda avalar algo de lo que expone este movimiento, que algunos equiparan ya a una secta.

Para Jeffrey Green, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Pensilvania, la principal razón de que la gente se crea estas teorías es "la forma en la que consumimos información a través de redes sociales, que tienden a crear burbujas y a radicalizar ideas sin necesidad de verificar nada". Las teorías de la conspiración no son nuevas pero "antes la gente estaba más aislada, ahora tienen medios para retroalimentarse y esto las potencia todavía más, sobre todo en momentos de angustia".

"Es extremadamente inquietante"

Por primera vez, Facebook ha dado el paso para eliminar cuentas de este grupo de extrema derecha, que el FBI ha calificado de "amenaza de terrorismo doméstico".

A diferencia de las pasadas elecciones, en 2016, "en estos cuatro años quien ha llevado la iniciativa de generar desinformación y contenido polarizante han sido los propios ciudadanos estadounidenses", asevera Manuel Torres, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide, que acaba de publicar el informe "Injerencia 2020, tendencias de la manipulación electoral a través de Internet. "Podría pensarse que actores externos como Rusia o Irán tienen un interés determinado en un candidato frente a otro, pero su perspectiva es de país. Lo que quieren es que EEUU esté distraído con problemas internos, en su propia fractura social o en la deslegitimación de los resultados electorales, de esa manera su atención va a estar enfocada en la política nacional".

"Es extremadamente inquietante", dice Green, "ver que esto está ocurriendo en periodo electoral y que ciertos líderes se conviertan en la principal fuente de desinformación".

Después de las presidenciales veremos si los ciudadanos eligen reeditar esta etapa de polarización y falta de verdades o si buscan otras alternativas dentro de este sistema democrático, que está resistiendo a una agresión provocada desde dentro.

 
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