Albert Woodfox: "El régimen de aislamiento es inmoral"
43 años encerrado en régimen de aislamiento por un crimen que nunca cometió
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Albert Woodfox es el reo de Estados Unidos que más tiempo ha permanecido en régimen de aislamiento por un crimen que no cometió / Getty Images
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Madrid
Su hermano Michael le acompañó aquel 19 de febrero de 2016, juntos atravesaron la puerta de la cárcel. Cientos de personas le esperaban fuera del centro penitenciario para festejar su puesta en libertad. El sol le deslumbraba, las piernas le temblaban. No era capaz de hablar, estaba emocionado y lloraba. Levantó el puño. Pisaba la calle después de 43 años en prisión encerrado en una celda de aislamiento.
Albert Woodfox (Nueva Orleans, 1947) ha sido el reo de Estados Unidos que más tiempo ha permanecido en régimen de aislamiento por un crimen que no cometió. Su pesadilla comenzó el 17 de abril de 1972 cuando fue acusado, junto a otros presos, de apuñalar a Brent Miller, un funcionario de prisiones de la Penitenciaría Estatal de Luisiana (conocida popularmente por Angola o La Alcatraz del Sur) en la que se encontraba cumpliendo condena por un delito de atraco a mano armada. “Woodfox, nigger, hijo de la gran puta, tú has matado a Miller”, le dijo uno de los funcionarios. Bill Daniel, el sheriff que se encontraba realizando los interrogatorios horas después del asesinato, sacó un revólver y le apuntó a la cara: “Te voy a volar los putos sesos, nigger. Si crees que te tengo miedo por ser un Pantera Negra, no sabes quién soy. Todos los Panteras Negras tendríais que traer vuestros culos aquí para enseñaros lo que es bueno.” En aquel momento Woodfox se dio cuenta de que estaba sentenciado, nada ni nadie podría salvarle de aquella acusación. Inmediatamente después dos guardias armados le escoltaron hasta el calabozo. Allí le dieron una paliza.
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Woodfox siempre mantuvo su inocencia, siempre supo que le acusaban por su activismo político y por el color de su piel. Se había convertido en un preso incómodo, meses antes él y otro recluso llamado Herman Wallace habían fundado en la prisión la primera agrupación oficial del Partido de las Panteras Negras. Por aquellos años la lucha por los derechos humanos y civiles recorría Estados Unidos y muchos reclusos, en otros centros penitenciarios, hacían lo mismo que Woodfox y Wallace, levantar sus voces y reivindicar sus derechos. Fuera de los muros algunos parlamentarios negros empezaban a presionar a favor de una reforma penitenciaria. Su militancia no gustó nunca a los dirigentes de Angola, ningún recluso negro tenía derecho a protestar contra la brutalidad y las pésimas condiciones en las que estaba, a ojos de los funcionarios cualquier presidiario que lo denunciara se convertía automáticamente en un “agitador”. Aquel 17 de abril de 1972, pese a que Woodfox no estaba en el dormitorio en el que asestaron 32 puñaladas a Brent Miller, su activismo político le convirtió automáticamente en culpable. “En la cárcel todo el mundo sabía que yo tenía todas las papeletas. No hacían falta pruebas”.
“Mi celda medía 2,75 metros de largo y 1,80 de ancho”. Al día siguiente de la muerte de Miller le pusieron unos grilletes en los tobillos, le esposaron, y le llevaron a un edificio de máxima seguridad en donde estaban las celdas CCR (Close Cell Restricted), muy próximas al Corredor de la Muerte. Allí pasó más de cuarenta años. En aquel lugar todo era inhumano. Había ratas y suciedad por todas partes. No podía hacer ni recibir llamadas telefónicas, no disponía de agua caliente, la comida era bastante escasa y las palizas de los funcionarios eran frecuentes. Solo le permitían salir una hora al día. En las cárceles de Estados Unidos sigue habiendo actualmente más de 80.000 hombres y mujeres en este tipo de régimen penitenciario. Numerosas organizaciones y oenegés de todo el mundo, entre ellas Amnistía Internacional, piden su supresión, cuestionan su funcionamiento y su utilidad y denuncian el daño que causa a los internos. Las consecuencias físicas y psicológicas son devastadoras. “La gente tiene que ver el régimen de aislamiento como algo moralmente censurable, es inmoral”, afirma Woodfox.
Según la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) el porcentaje de afroamericanos encarcelados en Estados Unidos es cinco veces mayor que el de los blancos. Los afroamericanos y los hispanos constituyen el 52% de la población reclusa. Cuando a nuestro invitado le preguntan cómo ha cambiado Estados Unidos durante los más de cuarenta años que permaneció en la cárcel afirma que ve algunos cambios pero son superficiales, el racismo no es tan denigrante pero sigue ahí, oculto y soterrado: “El odio sistémico hacia un ciudadano por el color de su piel carece de sentido. La sociedad necesita hacer cambios más profundos.”
Y para que su historia permanezca Woodfox ha querido contarla en Celda de aislamiento (Alianza editorial), unas memorias en las que narra los horrores y la crueldad que sufrió tras las rejas. Hoy, a sus 73 años, mantiene la esperanza de que el racismo, la injusticia y la pobreza pasen a ser cosas del pasado, le emociona ver cómo movimientos como Black Lives Matter se han convertido en una muestra de toda la lucha que él reivindicó siempre desde la cárcel.