Una doctora de Madrid abandona la sanidad pública por sus precarias condiciones: "No nos vamos. Nos echan"
Cristina Sanz, una médica de atención primaria de la Comunidad de Madrid, decide abandonar la sanidad pública y enrolarse en Cruz Roja Internacional tras firmar 18 contratos en tres meses
Una doctora de Madrid abandona la sanidad pública por sus precarias condiciones. "No nos van. Nos echan".
10:07
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Madrid
Las cartas abiertas de sanitarios que denuncian la precariedad de la atención primaria están empezando a convertirse en un género propio dentro de los medios de comunicación. Si ayer hablábamos del escrito de protesta de un grupo de enfermeros del Hospital Puerta del Mar de Cádiz, hoy es el turno de una médica de familia de la Comunidad de Madrid, que ha decidido abandonar la sanidad pública para enrolarse como cooperante en Cruz Roja Internacional. Lo hace espoleada por las malas condiciones en las que ha desempeñado su profesión desde que finalizó su periodo de residencia el pasado mayo. Tiempo en el que ha llegado a firmar hasta 18 contratos.
Cristina Sanz ha pasado por los micrófonos de La Ventana para detallarnos la situación en la que se encuentra la atención primaria, de acuerdo a su experiencia. Una atención primaria a la que la pandemia del coronavirus está sacando las vergüenzas, pero Cristina asegura que “no es nada nuevo”, que “esto lleva pasando años”.
Cristina reside y, hasta ahora, trabajaba, en Puente de Vallecas, una de las zonas con movilidad restringida por las medidas anunciadas el pasado viernes por el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Médico de familia, eligió esta especialidad por vocación, porque se considera “una firme defensora de la atención primaria pública, universal y de calidad”. Sin embargo, desde que concluyó su periodo de residente el pasado mayo, únicamente ha recibido contratos temporales, cubriendo bajas y vacaciones.
La atención primaria se encuentra desbordada
El panorama que Cristina ha presenciado en la atención primaria durante este periodo es desolador. Médicos de familia que reciben “hasta 80 pacientes al día”, un personal insuficiente que no se ha reforzado con más contrataciones, lo que provoca que los médicos se ahoguen en una burocracia que no le corresponde; u hospitales autogestionados por los propios médicos ante la “desaparición” de la gerencia. Por si fuera poco, la mayoría de las consultas se hacen por teléfono, con una rotación de la agenda que impide conocer al paciente. La conclusión de Cristina es que, en estas condiciones, es “totalmente imposible dar una atención de calidad a los pacientes”. Y añade que “la atención primaria siempre es la gran olvidada, a pesar de ser fundamental para un sistema sanitario fuerte”.
Mientras sufría esta situación, Cristina recibió una oferta para un puesto de dos años como coordinadora de proyectos en países del sur en Cruz Roja Internacional. Decidió abandonar la sanidad pública y enrolarse como cooperante. Pero puntúa: “No nos vamos. Nos echan”. Ante la posibilidad de ser acusada de abandonar cuando más falta hace, se defiende argumentando que “en marzo, cuando la pandemia fue una sorpresa”, todos aguantaron. Pero sostiene que en la segunda ola “ya no hay sorpresa, hay falta de gestión y de interés”.
La vocación es lo que motivó a Cristina para dedicarse a la atención primaria. Y asegura que, precisamente, porque tiene vocación, se va. Porque no le han dejado ejercer su profesión, y porque, ante la necesidad de reforzar el sistema sanitario,“todas las necesidades han sido tomadas en sentido contrario”. Sin embargo, el caso de Cristina no parece ser, ni mucho menos, excepcional. Prueba de ello es que en los últimos meses han aumentado en un 20% las peticiones de certificados de idoneidad profesional en los colegios de médicos. Es decir, los permisos para ejercer su profesión en otros países de la Unión Europea. Nuestros médicos se van. O, como diría Cristina, les “echan”.