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'Akelarre', la rebelión de las 'brujas' de la Inquisición

El argentino Pablo Agüero reescribe la persecución de las mujeres en el siglo XVII en el País Vasco para exponer la perpetuación del pensamiento totalitario en nuestros días

Fotograma de 'Akelarre' / AVALON

Fotograma de 'Akelarre'

San Sebastián

En el cine de Pablo Agüero hay una constante, su mirada a lo femenino y lo místico. En 'Madre de los dioses' convirtió a Geraldine Chapllin en Dios, y en Primera nieve o Salamandra se interesó por la maternidad. Criado solo por su madre en la Patagonia, ahora el director argentino se propone reescribir la caza de brujas del siglo XVII desde una mirada feminista. "Hay una continuidad temática desde la figura de la mujer y la naturaleza y una visión política del mundo. Cómo llegamos a ser lo que lo que somos, cómo han forjado nuestro pensamiento, me parece interesante descomponer el pensamiento para poder ser libres de pensar lo que realmente pensamos". 

En aquella época la Inquisición perseguía y quemaba a las mujeres acusándolas de corromper la moral con trucos de hechiceras. Bajo la excusa de la herejía, la religión pretendía adoctrinar a la población e infundir miedo sobre cualquier diferencia. Agüero toma como punto de partida el libro 'Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios' del juez Pierre de Lancre, al que en la cinta da vida Álex Brendemühl, para adentrarse en la mitología vasca de esa época. "Es el momento en que se funda el Estado moderno, el modelo de justicia contemporánea. Todo se hizo sobre la base de lo anterior, perpetuaba el poder monárquico y clerical, por eso es interesante mirar a ese momento del pasado en el que pretendían educarnos, ahora nos podrían manipular con Google y Facebook. En aquel momento hubo una política global contra los que resisistían al pensamiento único. Más allá del efecto del espejo, en ese momento nos educaron en el terror, y eso ha permanecido durante siglos, el pensamiento actual es heredero de los inquisidores", asegura en conversación con el El Cine en la SER.

El inquisidor, acompañado de sus acólitos, llega a un pueblo costero donde abuelas y nietas se entretienen con trabajos manuales mientras los hombres completan largas travesías en el mar. Aprovechando la ausencia de los pescadores, encierra a un grupo de jóvenes y las somete a un juicio psicológico para determinar si invocan con magia negra a Lucifer. A partir de aquí, el realizador reescribe la historia a través de la sororidad, la valentía de estas jóvenes que cantan y bailan para salvarse de la hoguera, y los fantasmas de propio juez, atraído inevitablemente por los deseos del lado oscuro. "Hay una epidemia de danza, no hay nada más peligroso que una mujer que baila", expone el inquisidor ante el juego seductor de las adolescentes. "Nos quieren vender que la caza de brujas es una cosa anecdótica, de viejas curanderas, de casos de brujerías, de gente del pueblo ignorante. Es falso en el sentido de que forma parte de una política global de la época de generar denuncias y clichés. El cliché de la veija curandera lo crean los propios jueces para ocultar la parte de líbido, la forma en que los perturba la juventud y la belleza de sus acusadas. Se reprimió a la juventud como hicieron todos los sistemas totalitarios".

El argentino no necesita recurrir a la fantasía para conformar una propuesta visual sugerente. Baña de luz a las niñas y sumerge en la oscuridad a los hombres, invierte el orden de ese universo hasta que el rojo-anaranjado del fuego envuelve a los personajes en un danza final de cadenas. Una fotografía pictórica para la que ha contado con Javier Agirre, autor de obras con entidad vasca como 'Loreak', 'La trinchera infinita' o 'Handia', y con Mikel Serrano, también colaborador en esta úlima, para la dirección de arte. El magnífico trabajo sonoro de Aranzazu Calleja y Maite Arroitajauregi acompaña todo el relato de forma orgánica hasta hasta el éxtasis coreografiado entre llamas.

Rodada en castellano y euskera, con un estupendo elenco de actrices jóvenes que encabeza Amaia Aberasturi, la cinta también encierra una crítica a la voluntad política de la Inquisición, exterminar cualquier nacionalismo o rasgo identitario. "Es una lengua demoníaca para hablar con las bestias", dicen del euskera que estas jóvenes hablan. 'Akelarre' interpela a nuestro presente, a la rebelión de una nueva generación de mujeres contra la misoginia y la culpa que la representación artística ha perpetuado durante siglos.

 
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