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El síndrome de Ulises: La odisea migratoria del S.XXI

Miles de inmigrantes viven en soledad y duelo producto de un patología psicológica que lleva el nombre del héroe griego

Inmigrantes turcos en la frontera griega / Getty Images

Inmigrantes turcos en la frontera griega

Madrid

Ulises pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente…” (Odisea, canto V, 150). Es con estas palabras con las que Homero ilustra el luto del inmigrante, esa crudeza de la travesía que nuestros protagonistas, que en 2019 sumaron las 270 millones de personas, afrontan el duelo de la separación familiar y la incertidumbre de sobrevivir en un país ajeno. Como Ulises, cada inmigrante hace frente a su Odisea personal, una lucha diaria con el único propósito de tener una vida mejor.

Es esta similitud entre realidad y ficción la que inspiró al doctor Joseba Achotegui al definir el llamado "Síndrome de Ulises". En 2002, Achotegui identificó en varios de sus pacientes inmigrantes el mismo tipo de estrés crónico múltiple. Fue así como nació lo que el acuñaría como Síndrome de Ulises, un cuadro de estrés causado por las extremas adversidades del proceso migratorio.

Para Achotegui, la aparición de este cuadro de estrés ha ido de la mano con el creciente endurecimiento de las políticas migratorias. Esto, junto a la crisis económica del 2008 y la inminente crisis a raíz de la pandemia, ha potenciado los factores de estrés que afectan la salud mental de los inmigrantes, generándoles más incertidumbre y miedo al fracaso del proyecto migratorio.

Con la llegada del COVID-19, además, la situación se ha vuelto más compleja. Mas allá de los posibles problemas económicos causados por el confinamiento y el miedo a contraer el virus, muchos inmigrantes han tenido dificultades para hacer frente a tareas aparentemente sencillas, como entender las medidas gubernamentales durante el estado de emergencia.

Achotegui cuenta que una de sus pacientes, una refugiada siria, se mantuvo confinada hasta tres semanas después del fin del estado de alarma. La paciente no habla el español y, al no entender las medidas gubernamentales, y por temor a ser multada, permaneció aislada. Son estas pequeñas dificultades las que, aunadas a las burocracias migratorias, la inestabilidad económica y la incertidumbre del futuro, han dinamitado la estabilidad mental de miles de inmigrantes en todo el mundo.

A diferencia de Ulises, muchos inmigrantes nunca vuelven a Ítaca, su Ítaca. El viaje inicia y acaba en una tierra, un país desconocido del que, en muchos casos no hay viaje de regreso. Es su resiliencia y fortaleza psicológica las que les permiten anclarse a la realidad y encontrar, aunque sea a través de recuerdos, pedacitos de la patria que dejaron atrás.

 
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