Si un pirata te pide oro, dale oro
El 10 de julio de 1555, el llamado 'Ángel exterminador' lideró un ataque contra La Habana para saquearla al completo
La envidia es algo muy malo, y los países son tan susceptibles de padecerla como los individuos. Los franceses, por ejemplo, codiciaban el imperio que sus vecinos del sur se habían encontrado en un continente que los europeos no habían sabido encontrar hasta el siglo XV.
Tanto ellos como los ingleses optaron por el método clásico de paliación de la envidia: el robo. Cuando los barcos españoles volvían llenos de riquezas que habían arrancado al nuevo mundo, los piratas de otros países desviaban las riquezas hacia sus respectivas patrias.
U otras veces, como el día que nos ocupa, los piratas iban directamente hasta las colonias españolas y las saqueaban. El 10 de julio de 1555, el pirata francés Jacques de Sores, más conocido como “el Ángel Exterminador”, lideró un ataque contra la ciudad cubana de La Habana.
Según parece, aparte de por la avaricia, Jacques también actuaba motivado por su feroz anticatolicismo. Sea como sea, el pirata protestante y sus hombres entraron en la desprotegida ciudad cubana en busca de grandes reservas de oro.
El problema es que no encontraron, y pidieron rescate por la población, que tampoco obtuvieron. Así que, durante un mes, el Ángel Exterminador y sus hombres se dedicaron… a exterminar.
Fueron casa por casa robando todo lo que encontraron y matando a cualquier persona que ahí residiese, español o esclavo. Después quemaron las naves que había en el puerto y se dieron a la fuga. Para los supervivientes, el único consuelo después de este martirio fue que las autoridades españolas vieron que la ciudad igual necesitaba un poco más de protección. A buenas horas mangas verdes para los cientos de muertos, claro.