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Jayro Bustamante: "Muchos movimientos religiosos pintan al cine como la voz del diablo"

El director guatemalteco estrena 'Temblores', su segundo largometraje sobre un hombre gay anulado por su entorno y sometido a las llamadas 'terapias de conversión' que practica la iglesia

Fotograma de 'Temblores' / ATERA FILMS

Fotograma de 'Temblores'

Madrid

Temblores forma parte del tríptico concebido por Jayro Bustamante para retratar la desigualdad y el odio en la sociedad guatemalteca. Su segundo largometraje abarca lo que el propio director denomina el segundo insulto, el de la homofobia, el machismo y la misoginia que convergen en la historia de Pablo, un hombre casado y con dos hijos que se plantea dejarlo todo al enamorarse de otro hombre.

La decisión choca con una sociedad gobernada por los dogmas más extremos de la religión. Al rechazo, condena y presión de su familia se une la hostilidad del mundo laboral y la persecución para que no pueda volver a ver a sus hijos. El resultado es un individuo anulado y asfixiado por el entorno, por un sociedad retrógrada que le enfrenta a despojarse de todo, donde la moral pública impuesta por la religión invade y determina la vida privada. Bustamante, además, ataca la hipocresía y el fanatismo desde una familia adinerada retratando a las clases altas y la fragilidad de las apariencias.

El temblor es la metáfora que utiliza el director, juntos a los movimientos sísmicos de Ciudad de Guatemala, para socavar los cimientos de esta familia. La única salida en este ambiente represivo son las llamadas terapias de conversión, que la Iglesia aún practica en muchos países, como España, con la idea de que la homosexualidad es una enfermedad. En este amplio y complejo retrato social de la negación individual, tanto del hombre homosexual como de la mujer sumisa, denuncia la persecución interior y exterior de cualquier elemento que, para la iglesia, ponga en riesgo la idea tradicional de familia como gran institución.

En un país casi sin industria cinematográfica, Jayro Bustamante trabajó durante año y medio con actores noveles y finalmente encontró a Juan Pablo Oyslager, protagonista del film. Un hombre heterosexual dispuesto a comprometerse con esta historia y a defender a la comunidad LGTBI en un país que en pleno 2020 estudia una ley para no considerar delitos de odio el ataque a homosexuales. Primeros planos, rápidos movimientos de cámara, una fotografía e iluminación de clarosocuros, el director acompaña este relato opresivo con un tratamiento visual muy cuidado, que transmite la angustia y confusión de un hombre acorralado.

Temblores se presentó el año pasado en la Berlinale y también pasó por el Festival de San Sebastián, donde recibió el premio Sebastiane Latino por denunciar la lacra de las falsas terapias de curación gay. Jayro Bustamante, que también tiene pendiente de estreno su próxima película, La Llorona, se confirma como una de las voces más interesantes del cine latinoamericano, de hecho, es el único en la lista elaborada por Bong Joon-ho, el director ganador del Oscar, de los realizadores a seguir. La película inaugura el V Festival de Cine LGTBI del Centro Niemeyer en su edición online -estará disponible en Filmin solo los 20 y 28 de junio- y próximamente se estrenará en cines en España de la mano de Atera Films.

¿Cómo surge la película? ¿De dónde viene la idea?

Temblores forma parte de un tríptico. Yo quería empezar con tres largometrajes que hablaran de los tres insultos que considero más peligrosos en términos de discriminación y de separación en una sociedad como la mía, la guatemalteca, y son: indio, homosexual y comunista. Temblores es ese segundo insulto y me interesaba mucho tratarlo desde un punto más de sociedad que de individuo, más de comunidad, porque en Guatemala se sigue pensando de alguna manera que los hombres homosexuales deciden irse hacia lo femenino y yéndose a lo femenino, se rebajan. Ese insulto va mucho más allá que a la comunidad LGTBI, está cargado de machismo y misoginia.

¿Existen en su país las mal llamadas terapias de conversión? Aquí en España hace unos meses hubo polémica porque algunas iglesias practicaban estos cursos

Sí, de hecho, no conozco un país en el que me hayan dicho que no existan, no sé los nórdicos, pero me acabo de enterar que incluso en Francia el movimiento es bastante grande. En Guatemala van un poco más allá. Hay dos grupos que lo proponen, las iglesias evangélicas y católicas. Estas últimas son todavía más tradicionalistas, te venden el hecho de curar la homosexualidad. Las iglesias evangélicas ya no te dicen que van a curar la homosexualidad, sino que te dicen que es la cruz con la que tienes que vivir, pero que tienes que vivir bajo el dictamen de Dios, que es la vida heteronormativa. Entonces, es reprimirse. Y lo terrible, volviendo a un tema más societario de machismo y misoginia, lo primero que hacen es invitarte a casarte. Poco importa si la mujer será feliz o no, no son tratos de común acuerdo, la mayor parte de ellas se casaron engañadas.

Hay una cosa muy interesante de la película. El protagonista es un hombre de éxito, de una familia acomodada. Lo homosexualidad lo enfrenta a despojarse de todo, el entorno familiar, laboral, social… ¿por qué este perfil? ¿se plantea como algo público?

Tenía ganas de situar la película en la burguesía y en las clases altas porque no quería que se interpretara que era por falta de dinero, por falta de estudios, de viajes… Esto también existe en la gente que conoce sus derechos y saben cómo viven los demás pero son víctimas igual de esta represión. Y por otro lado, también quería hablar un poco de esta sociedad adinerada que vive mucho escondiendo o protegiendo el qué dirán. Se construyen fachadas muy frágiles que con cualquier temblor se caen.

¿Es la religión un poder político en Guatemala? ¿Estructura la vida pública?

Completamente, nosotros llevamos décadas de existir bajo un poder que es el presidente con la iglesia delante y el ejército detrás. Esa es nuestra realidad desde hace muchos años.

¿Cuál ha sido la recepción de la película en su país?

Existe una clase, que llamo como disidente, que son todas las personas que se preocupan por la evolución social y la evolución humana, que no solo están conmigo por el mensaje, sino porque creen en las manifestaciones culturales y artísticas. Guatemala es un país al 98% religioso, y religioso dogmático, entonces no se puede hablar de religión como un conjunto de normas y de reglas, ni como un movimientos filosófico, si se habla de religión, o se alaba a Dios o se ofende a Dios. De alguna manera, la gente se ofendió. Y por otro lado, tuvimos un ataque bastante fuerte de una política que quiso ser vicepresidenta en el periodo pasado. Hizo un comunicado diciendo que la Unión Europea me había pagado medio millón de euros para destruir a la familia guatemalteca con una agenda LGTBI. Y suena muy gracioso, pero lo más gracioso es que la gente de verdad cree que los homosexuales se levantan cada día diciendo: hoy voy a destruir a la familia. Al final, afecta porque la gente no va al cine. Muchos movimientos religiosos pintan el cine como la voz del diablo. Todo lo que es el progreso te va a llevar a sodoma y gomorra, hay que tenerle miedo.

La educación católica y el sistema económico ha hecho que la familia sea la gran institución en muchas sociedades, en la película también hay una negación del individuo en pos de la familia

Estos valores morales son muy peligrosos porque, además, desvirtúan una de las cosas más hermosas del ser humano, que es el amor. Desvirtúan el amor como tal, te dicen: quiero que seas como yo quiero para poder amarte y no me obligues a dejarte de amar siendo quien yo no quiero que seas. Entonces, desde este punto, se permite eso de que te hago daño por tu bien, porque tu bien es que yo te ame. Es un círculo vicioso que se muerde la cola todo el tiempo del que todavía no sé cómo vamos a salir.

Sobre la puesta en escena, la cámara acompaña el encierro personal del protagonista, su asfixia, también utilizas una fotografía y luz de películas más antiguas

De alguna manera, el hecho de tratar esta sociedad retrógrada, me permitió jugar. A mí me encanta el cine americano de los 70, me gusta mucho visualmente y en coreografía. Era casi justificado tratar este tema, que parece de los 50 o de los 70, de esta manera, nos inspiramos mucho en eso. Queríamos crear un ambiente de opresión, de eso habla la película. Y un poco el trato con el personaje de Juan Pablo Oyslager, el actor, fue llevar al público a una apnea, que realmente pueda sentir lo que pasa cuando la sociedad te quita la respiración y vamos a intentar llevarlo cada vez más lejos, y más lejos.

¿Cómo ha sido el trabajo con los actores?

Fue muy grato. Lo primero porque el cine en Guatemala es una industria emergente, muy jovencita, tampoco tenemos muchos actores, talentos… De alguna manera, en lugar de buscar actores, buscamos madera. Buscamos gente que podemos hacer que se conviertan en actores. Yo normalmente hago formaciones actorales muy grandes antes de filmar, con algunos actores de ‘Temblores’ trabajamos un año y medio antes de filmar preparándolos. Y esto hizo que también se creara una real familia en el reparto, una familia que también defendió mucho a la película cuando salió. Para mí fue difícil encontrar esta gente con talento que quisiera hacer el rol de un homosexual porque la homofobia va hasta ahí. Muchos de estos hombres querían volverse famosos pero no querían hacer el rol de un homosexual. Y en eso llegó Juan Pablo Olyslager y se convirtió también en un elemento importante después. Es un hombre heterosexual que no tiene ningún problema con su sexualidad, por ende, no tiene ningún problema con la sexualidad de nadie. Y fue muy importante que él después se volviera vocero de la comunidad gay, defendiéndola desde el punto heterosexual, funciona mucho y lo está haciendo muy bien.

En su país, ¿no está legalizado el matrimonio homosexual pero se permiten las relaciones restringidas, he leído, al ámbito privado?

No hay ningún permiso para el matrimonio gay, no hay cárcel, pero sí hay una ley que quiere prohibirlo. Es una ley súper peligrosa, una ley pro-familia que quiere prohibir el matrimonio gay, que de todas formas no existe, pero lo maquiavélico es que no quiere culpar ningún acto de no tolerancia a la homosexualidad. Eso es una invitación abierta a decir: yo no voy a condenar a los homosexuales, pero si ustedes quieren matarlos, háganlo. La ley esconde otras cosas terribles, como la penalización de los abortos espontáneos. Es muy loco que eso se pueda llamar pro-familia.

¿Cómo lleva que Bong Joon-ho lo haya elegido como uno de los nuevos directores a seguir?

Ni siquiera tenía idea de que conocía mi trabajo después de admirarlo tanto. Fue una sorpresa muy grata, también ser el único latinoamericano en su lista, y yo creo que lo necesitamos de alguna manera. Somos una región que no tiene incentivos, que no tiene ley, industria en sí, y gracias a esa lista he recibido muchas llamadas de productores internacionales. Ojalá que sepamos aprovecharlo. Le doy las gracias.

¿Cómo se ve en un cine más social y político frente al cine de entrenamiento que arrasa en taquilla?

El cine no tiene por qué ser de contenido, tiene que ser tan variado como lo conocemos. Pero yo tengo una responsabilidad grande, mi sociedad es ya una sociedad que leía poco, tiene altos grados de analfabetismo, y ahora la gente que leía se está mudando al audiovisual, y creo que tenemos esa responsabilidad de no solo darles contenido vacío. Si no seremos responsables un poco de más catástrofes humanas.

¿De dónde nace su inquietud como cineasta en un país sin esa cultura audiovisual ni industria?

Viene de la tradición de cuenta-cuentos. Pasé mucho tiempo en la finca cafetalera de mis abuelos, donde por las noches siempre había un cuenta-cuentos. A partir de ahí, pasé a la literatura, pero todavía no estaba contento con el lenguaje y luego descubrí el cine. Crecí en un pueblo donde no había salas, en Guatemala solo el 9% de la población tiene acceso al cines, es un lujo. Pero era un pueblo de 80% mayas, y luego el 20% de mestizos y extranjeros que vivían ahí porque es un sitio con un lago y tres volcanes, es un sitio muy bonito. Y en un café, había una televisión, de esas más anchas por los tubos de detrás que por la pantalla, y los turistas dejan VHS. Ahí podíamos ir a ver cine diferente y recuerdo exactamente el día que me topé con ‘Átame’, yo era muy chiquito. Eso dice mucho de lo que significa crecer en una sociedad donde el miedo es usado como represión. Lo primero que recuerdo al verla es que pregunte cómo le habían dado permiso para hacer eso. Y a partir de ahí, empecé a buscar cine independiente.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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