¿Está bien derribar estatuas?
"Las estatuas públicas conmemoran hechos dignos de recuerdo y a personajes dignos de honor. Y pocos son personajes inmaculados. Así que cada sociedad determina cuáles son los criterios que determinan el homenaje. Y deberían ser sus representantes e instituciones y no una pandilla amartillada los que decidan sobre si ese honor es o no merecido", la polémica del día de Isaías Lafuente
Madrid
El movimiento de indignación suscitado por el homicidio de George Floyd ha generado un potente movimiento iconoclasta. En EE.UU. han sido dos estatuas de Colón su diana: en Gran Bretaña, las de dos conocidos esclavistas del XVIII, Colston y Milligan; en Bélgica, las del rey Leopoldo II, por sus barbaridades en la colonización del Congo hace siglo y medio. Son perfiles diversos y es difícil tener una sola opinión sobre todos los casos. Aunque sí hay dos aspectos comunes discutibles. El primero, derivar la indignación presente sobre personajes que hace siglos crían malvas. El segundo, cargarles todas las culpas del racismo actual saltándose algunas casillas en el olimpo de las estatuas de mandatarios que consintieron la esclavitud, mantuvieron después la segregación y no han conseguido reducir la desigualdad y el racismo en el presente.
Dicho lo cual, las estatuas públicas conmemoran hechos dignos de recuerdo y a personajes dignos de honor. Y pocos son personajes inmaculados. Así que cada sociedad determina cuáles son los criterios que determinan el homenaje. Y deberían ser sus representantes e instituciones y no una pandilla amartillada los que decidan sobre si ese honor es o no merecido, o, siéndolo en el pasado, ha caducado. Y, finalmente, determinar si la estatua acaba en un vertedero o en un museo, para no olvidar el pasado que fue y que nunca desearíamos que se repitiese.
