De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
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Un mal día lo tiene cualquiera

El día que los vikingos reventaron un monasterio

Realmente espeluznante en aquella Europa regida por el cristianismo, más que la violencia del ataque en sí, era que este se hubiese producido en un lugar sagrado

Los vikingos contra los curas

Los vikingos contra los curas

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El 8 de junio del año 793 fue el primer mal día de una larga serie de malos días para la Europa cristiana medieval. Y es que ese 8 de junio una flota de barcos procedentes del norte tomó tierra en la isla de Lindisfarne, en la costa este de la actual Inglaterra, para sembrar el terror. Esta no era la primera incursión de los “hombres del norte” en tierras británicas, pero fue tan sonada que se considera el inicio de la era vikinga.

Las crónicas anglosajonas describieron el suceso con auténtico horror. El ataque en sí fue breve: los vikingos atracaron en la isla y se dirigieron al monasterio que la coronaba. Una vez allí, la operación de saqueo extremadamente fácil. La iglesia fue destruida, el oro y objetos de valor, robados, y se derramaron cantidades ingentes de sangre. Muchos de los clérigos que vivían en el monasterio fueron capturados como esclavos, y otros tantos asesinados. Los cronistas describieron el ataque como una auténtica calamidad.

Pero lo que resultaba realmente espeluznante en aquella Europa regida por el cristianismo, más que la violencia del ataque en sí, era que este se hubiese producido en un lugar sagrado, un lugar que se creía refugio ante cualquier enemigo. Pero claro, los vikingos eran paganos; para ellos, el monasterio de Lindisfarne no era un santuario inviolable, sino un edificio lleno de tesoros que saquear e inexplicablemente desprotegido.

Desde su punto de vista, hubiesen sido tontos de desaprovechar una oportunidad así. La noticia del ataque corrió por el continente, la fama de los hombres del norte como despiadados enemigos del cristianismo se extendió, y su leyenda comenzó.

 
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