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La aventura de unos padres por reencontrarse con su hijo confinado a 300 kilómetros de distancia

Cuando se cancelaron las clases, Raúl y Ana llevaron a su hijo a casa de sus abuelos en el pueblo palentino de Cisneros sin saber que el confinamiento se alargaría casi dos meses

"He echado de menos a mis padres pero estaba muy bien con los abuelos"

"He echado de menos a mis padres pero estaba muy bien con los abuelos"

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Madrid

En este confinamiento son muchas las familias que llevan separados desde hace casi dos meses. La historia que les vamos a contar tiene que ver con nuestra compañera Luz Sánchez-Mellado. Su sobrino Ángel, de 7 años, ha pasado parte del confinamiento en un pueblo de Palencia de apenas 400 vecinos llamado Cisneros, junto a su abuelo Francisco. El hermano de Luz, Raúl, y su mujer Ana, llevaron a su hijo al pueblo de sus abuelos en vísperas de que se cerrasen las escuelas, cuando pensaban que el estado de alarma se alargaría como mucho dos o tres semanas. El pasado sábado, después de 60 días sin ver a su hijo Ángel, volvieron a reencontrarse. 

Cada mañana Ángel hacía los deberes junto a su abuelo Francisco o “Pachi”, como le conocen en la familia, que fue profesor durante muchos años. “Ha sido algo muy satisfactorio, he vuelto a hacer de maestro con alguien a quien quieres”, dice Francisco, aunque, confiesa que es muy complicado separar la condición de abuelo y profesor. Como alumno, su nieto Ángel “es muy buen estudiante, muy aplicado, pero muy despistado”, algo que confirma él mismo porque se despista “contando moscas”, dice el pequeño. El hecho de tener a su abuelo como profesor particular durante varias horas al día “le ha hecho adquirir unos contenidos que, de otra manera, le habría costado más”, explica Francisco. Pero también su abuelo cree que “en el punto de vista personal yo creo que ha madurado a base de ver que otras personas estaban sufriendo, se ha dado cuenta de que la vida es injusta”.

En estos dos meses “he echado mucho de menos a papá y mamá, pero estaba muy bien con los abuelos”, dice Ángel. Sus padres por su parte sostienen que “la casa se queda completamente vacía cuando él no está”. De todas maneras y a pesar de la distancia, mantenían el contacto desde la distancia, “hacíamos videollamadas unas 6 veces al día”, cuenta Raúl, su padre.

La aventura, explica Luz, “no sólo ha sido personal, sino también legal”. Ana y Raúl querían ver a su hijo cuanto antes y se pusieron en contacto con la policía de Alcalá de Henares, quienes les advirtieron de que según la ley, su desplazamiento no era legal, por lo que en el camino hasta Palencia alguien les podría denunciar. Después, decidieron consultar con la alcaldía de Alcalá y solicitaron un permiso para poder ir a recoger a su hijo. La alcaldía se puso en contacto con la Delegación del Gobierno y ésta hizo una interpretación del Real Decreto por la cual el niño tenía derecho a volver a casa. “Me envalentoné y me fui para allá, aunque me pudiese parar la Guardia Civil”, explica Raúl, al que le pararon en una ocasión, pero le permitieron continuar su viaje hasta Cisneros para recoger a su hijo y llevarle de vuelta a casa. 

 
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