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'A stormy night', el prometedor debut de David Moragas

La película del joven cineasta se estrena en cines tras su paso por el D'A Film Festival en su edición online, una comedia dramática sobre dos chicos que cuestionan su presente durante una noche confinados en Nueva York por una tormenta

David Moragas y Jacob Perkins, protagonistas de 'A stormy night' / OBERON / FILMIIN

Madrid

Con 27 años David Moragas debuta en la dirección de largometrajes con una comedia intimista repleta de reflexiones sobre su generación. El cineasta catalán también protagoniza esta historia, la de Marcos, un director de documentales que se queda tirado en Nueva York por una tormenta. El imprevisto le lleva a la casa de Alan, compañero de piso de una amiga, y ambos, confinados durante esa noche, enfrentan y debaten sus ideas acerca del amor y la vida que desean.

Moragas aborda este intercambio dialéctico y emocional con naturalidad y honestidad, dos hombres homosexuales exponen sus miedos, sus preocupaciones y su concepción de la relaciones. El vértigo al compromiso frente a la comodidad de la estabilidad, el impulso de arriesgar frente al escepticismo del cambio, la incomunicación con los padres… Temas universales y transversales desde la perspectiva gay. El contraste de opiniones también le sirve al director para confrontar dos estilos de vida, la querencia por la queja y la culpa al sistema de los españoles frente a la filosofía de terapeuta de los americanos.

El joven realizador ya había realizado dos cortos y este proyecto surge como tarea final de un máster que cursaba en Nueva York. La idea la tenía clara: dos personajes, una localización y comedia romántica, el género que le apasiona desde niño. Creció con muchas de las películas de Richard Curtis, en sus estudios descubrió el cine de Billy Wilder, Lubistch o los Duplass, mutaciones de la comedia que él llama y que también incluye en la película con dos referencias claras: ‘Cleo de 5 a 7’, de Agnés Varda y ‘Annie Hall’, de Woody Allen -también cita al filosofo pop Zizek-, para definir el tema central de la película, cuestionar los principios que definen el presente de estos dos personajes.

Rodada en Barcelona y Nueva York, Moragas exprime las posibilidades con una puesta en escena minimalista y envuelve esta historia con una mirada poética y evocadora al optar por el blanco y negro. En su sencillez y desnudez, A Stormy Night es una catarsis vital que se pregunta por los caminos de la felicidad. La película clausuró el D’A Film Festival en su edición online y llega ahora a las salas de la mano de Filmin.

¿Cómo nació esta idea?

Yo había hecho dos cortometrajes antes de la película y estaba cursando mi tercer año de un máster en Estados Unidos, en Nueva York. Teníamos que hacer un proyecto fin de carrera y me senté a hablar de posibles propuestas con mi amigo Alfonso, que es el director de fotografía, y, de repente, pensamos que habíamos hecho ya dos cortos con muy pocos recursos. Siempre tenemos una forma de rodar muy económica, por ejemplo, cada corto lo rodamos en un solo día y casi sin gastar dinero. Y entonces nos preguntamos si intentábamos grabar un largo. Yo le conté mi idea sobre dos personajes que se confinan durante una noche de tormenta y le propuse empezar a escribir para ver qué salía. Si sale como un corto, hacemos un corto, y si sale algo más largo, pues nos planteamos hacer otra cosas. No tenía porqué ser una película, quizás un mediometraje o algo un poco más extenso. Me puse a escribir y la historia me apasionó tanto, la idea de poner a estos dos personajes en una sola localización, que muy fácilmente tuve 90 páginas de guion. Se lo conté y no lo cuestionó en ningún momento, me dijo que lo hacíamos e íbamos viendo si nos encontrábamos limitaciones en el camino para ir sorteando.

¿Y la historia de estos dos chicos? Es una tragicomedia o un dramedia de contrastes, ¿qué es para ti?

Yo lo llamo comedia romántica pero porque es un género que me gusta mucho. Yo empecé a escribir pensando que estaba haciendo una comedia romántica, luego resulta que no es tan divertida como esperaba, es un poco más reflexiva, pero en el fondo yo sigo diciendo que es comedia romántica porque es lo que me propuse escribir.

En la presentación de la película, citas muchas comedias escritas por Richard Curtis que te han marcado, ¿cuáles son los referentes? En la película también citas a Woody Allen, Agnès Varda y hasta Zizek

Parto de un género que me gusta mucho, como decía, el de la comedia romántica. Yo me crié en un pueblo muy pequeñito, no teníamos cine y teníamos que coger el coche par ir. Tampoco se proyectaban muchas películas, pero las primeras que me llegan son estas. ‘Novia a la fuga’, ‘Notting Hill’, ‘Tienes un email’… Y son películas que a día de hoy me siguen apasionando. Lo que pasa que, a medida que me hago mayor, paso por la universidad y empiezo a cuestionarme las preguntas que me gustan, me doy cuenta de que este género tiene muchas mutaciones, hay muchas versiones. Más tarde descubriría a Billy Wilder, Lubitsch, el movimiento mumblecore con los hermanos Duplass, Kelly Reichardt tiene una película que se llama ‘Old boy’ que no deja de ser una suerte de mutación de las comedias románticas solo que con otro lenguaje y otro código… Todo este universo es el que sirve como precedente para la película. Luego en la propia película hay muchas referencias porque para mí no deja de ser como una forma de agradecer a estos referentes que me han inspirado y, sobre todo, que me han enseñado a vivir y entender el mundo. Hay dos referencias fílmicas muy concretas. ‘Annie Hall’, de Woody Allen, y ‘Cleo: de 5 a 7’, de Agnès Varda. Para mí era muy importante hacer estas dos referencias y que al final haya una especie de reflexión sobre por qué el otro personaje, Alan, ha decidido pintar esa referencia. Como la película intenta cuestionar el momento presente, las ideas y valores del presente, me parecía interesante no ocultar esta referencia a Woody Allen, pero no dejarla aislada, que hubiera una reflexión sobre los referentes que tenemos y si hay que cuestionarlos en la actualidad.

¿Comedia también generacional? ¿Están tus preocupaciones y crees que vuelcas también las de tu generación?

Sí, lo que pasa que cuando escribes una película no te planteas que estás ilustrando ideas que pueden representar a una generación. Piensas, en cualquier caso, que representa a tu entorno más cercano, amigos y amigas, conocidos, personas que conoces en un bar y con las que sales de fiesta, desayunas la mañana siguiente o tienes intercambios afectivos. Es muy divertido porque cuando haces la película y después la presentas al mundo, alguien te dice o la crítica hace este estudio. El trabajo de crítico, que es tan bonito y yo admiro tanto, parte de una formación, yo no lo puedo hacer. Cuando hago una película, la hago contando un historia que quiero contar y en ningún momento me propongo abanderarme de un movimiento o un mensaje. Después la película tiene ese efecto y yo estoy encontradísimo con esa observación.

La película, que plantea ese intercambio dialéctico y emocional, expone también el contraste de dos estilos de vida. Diríamos que el americano está enfocado a la terapia y el español, a entre la queja y la culpa al sistema. Te acaban llevando al terreno casi terapéutico…

Sí, eso es muy acertado. Yo me mudé a Estados Unidos, donde estuve viviendo durante tres años, y pensaba que, fruto de la globalización, nuestras culturas no estaban tan distanciadas. Cuál es mi sorpresa, cuando después de vivir un tiempo allí, me doy cuenta de que se trata de dos sociedades completamente distintas y, en cierto sentido, totalmente opuestas. Y esta es una noción que me interesaba mucho plasmar y reflexionar. Desde nuestro país, tenemos esta visión un poco sofisticada sobre la industria cinematográfica americana que, a la vez, es muy hermética en este sentido. Me parecía interesante filmar una película en EEEU, que además está en inglés, partiendo de unos referentes americanos, pero a su vez introduciendo elementos propios de nuestro propio lenguaje cinematográfico. Me sirve como un lienzo para reflexionar sobre las diferencias culturales entre ambos países.

¿Estás de acuerdo con la etiqueta de cine gay?

Para entender esta noción, que tantas veces me he cuestionado, creo que la película reflexiona muy bien sobre este aspecto. Hay días que me levanto pensando que esta lucha por la visibilidad y la normalización de la diversidad es una intersección de muchas causas que no solo tienen que ver con el colectivo gay, hombre de clase media blanco. Pero hay otros días que me levanto pensando que yo, por hacer nacido como parte de este colectivo, no tengo la responsabilidad de adoctrinar al mundo. Yo he nacido así y no puedo abanderarme de una lucha constantemente. SÍ, mi cine es gay y estoy muy cómodo con esta noción, pero luego también pienso que no es justo porque no es exactamente la forma que tengo de ver esta cuestión. Es un tema de debate interesantísimo. Por ejemplo, cuando mis cortos se proyectaban en festivales LGTBI y tenía que preguntar si estaba de acuerdo en que el corto se exhibiera exclusivamente en un certamen gay. Luego la sala estaba llena de hombres gais y yo sentía por primera vez que la gente estaba entendiendo lo que había en pantalla. Por poner en ejemplo, en la película hay bromas o pequeños guiños a aspectos que son muy propios del imaginario del colectivo gay. Aún no he proyectado la película en una sala generalista por así decirlo, pero si me pregunto cómo van a responder a esas bromas. Ya me he pasado con los cortos, salas en las que no se reían con una broma y en otro pase con público gais no paraban de reír. Es una cuestión compleja como cineasta. Como es un nicho, y el nicho por definición es más pequeño que la masa, la industria ejerce cierta presión para evitar esta noción, porque entonces dicen que puedes estar excluyendo a parte de la audiencia.

Aunque la historia trate el diálogo entre estos dos chicos homosexuales, sus emociones, inquietudes y miedos, la película habla de temas universales

Para mí el reto era hacer una película que incluyera un discurso universal, con el que todo el mundo pudiera empatizar, y a la vez tampoco quería excluir esta idea de plantar referencias a un imaginario que las personas que pertenecemos al colectivo LGTBI vamos a entender mejor.

El cine suele acercarse a las relaciones homosexuales desde el drama, e incluso la tragedia, ¿querías cambiar esa óptica, aliviar el discurso también con el tono?

Es cierto que a lo largo de la historia del cine, el imaginario de las parejas homosexuales, por algún motivo, se ha asociado a un tono que es más propenso al drama o al melodrama. No sé muy bien cómo explicarlo. Pero yo, cuando empiezo a escribir el guion, mi tono natural es la comedia. Una vez has hecho la película, se puede hacer alguna observación, pero no lo hice pensando en hacer algo que no había visto jamás. Sencillamente me adapto a mi tono natural de explicar las historias

¿Por qué en blanco y negro? ¿Estaba en la idea original o fue surgiendo?

El blanco y negro es una decisión que parte de una intuición directiva, por así decirlo. Y aparece antes de escribir el guion. Ya con el director de fotografía, cuando empezamos a pensar en la historia, decidimos hacer una película que usara los elementos mínimos para contar algo muy sencillo que respirase de una forma universal. Nos parecía apropiado explicar esta historia con dos personajes, una localización y estas dos gamas, el blanco y el negro. Yo parto de una intuición sobre cuál es la mejor forma de explicar una historia, luego cuando la película ya está hecha, surgen cuestiones como si es una referencia fílmica a una tradición clásica o un homenaje a algo. Todas estas observaciones tienen más que ver con el oficio del crítico que con la intuición de director sin cuestionarme mucho las cosas, solo pensando en la historia, que para mí es lo más importante.

¿En algún momento tuviste la tentación de que el final fuera de otra forma?

El final fue una de las primeras cosas que concebí antes de escribir el guion. Normalmente cuando escribo el guion, pienso de forma global cuáles van a ser los principales giros de la historia, cuáles van a ser los principales acontecimientos. A veces tengo flashes muy claros, como la forma de concebir la escena del baño. Al concebir lo primero el final, tuvo que hacer un ejercicio inverso, desde cómo iba a terminar la película hacia atrás para llegar al momento de cómo empezaba.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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