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La primavera rota del Real Jardín Botánico de Madrid: "Es una pena que nadie pueda ver esto"

El centro de investigación que pertenece al CSIC está cerrado al público, pero un pequeño grupo de trabajadores sigue yendo todos los días a mantenerlo, cuidar las especies y prepararlo para cuando pueda volver a abrir

"Este es un jardín de los sentidos. El de la vista, el color, lo conocemos. Pero el resto no están siempre. Ahora hay olores y sonidos que no se escuchaban jamás"

La primavera rota del Real Jardín Botánico de Madrid

La primavera rota del Real Jardín Botánico de Madrid

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Madrid

Dar un paseo ahora por el Real Jardín Botánico de Madrid del Consejo Superior de Investigaciones Científicas es como hacerlo en un museo vacío, sin visitantes. Mariano Sánchez lo hace todos los días al llegar, a las siete y media. Comprueba que todo está en orden, que no hay una grieta más en el suelo o una rama más dañada que el día anterior. Es el encargado de mantener "la esencia" del jardín ahora que nadie puede verlo. Porque un día volverá a abrir y tiene que estar perfecto o, al menos, "en su sitio".

Aunque, entonces, ya no habrá tulipanes. "Aquí normalmente hay muchísima gente que viene para verlos. No hay cola, pero casi". Ahora apenas quedan algunos plantados. Miguel está terminando de arrancar los bulbos y ya prepara el terreno para las dalias, que son flores de verano. Las que estarán cuando el jardín vuelva a abrir al público. "Nuestra voluntad es que el día que vuelva a abrir, la gente pueda disfrutarlo en plenitud".

Miguel es uno de los jardineros que sigue trabajando estos días en el jardín / S.S

Los jardineros tardan unas dos semanas en plantar los tulipanes. Lo hacen en noviembre y no terminan de florecer hasta mediados de marzo. Y entonces se forma "un mar de color" que este año solo ellos han podido ver. "A mí me daba angustia pensar en todo el trabajo que habíamos hecho para que nadie lo pudiera disfrutar", cuenta Mariano. Entonces les llegó la idea: ¿Y si las regaláis a los hospitales? "Lo hicimos en 24 horas. Las recogimos, preparamos y la policía municipal las llevó a los hospitales. Al menos, así, alguien las podía ver. Luego nos han llegado fotos de enfermos con su tulipán en la mesilla o atado con un esparadrapo en la barandilla de la cama".

Beatriz lleva 10 años trabajando aquí y nunca había cortado flores frescas. Lo habitual es dejarlas secar. "Al principio estaba muy reticente. Me daba cosa cortarlas, pero es muy gratificante saber que alguien las va a disfrutar. Desde casa no se puede ver cómo ha llegado la primavera y, así, ves que el tiempo va pasando". Ya no quedan tulipanes, así que Beatriz acaba de cortar peonías e iris - "las más bonitas" - y las está colocando en unas cestas. En un rato vienen a recogerlas. "Van a hacer centros florales con ellas para llevarlos a las residencias de mayores".

El jardín nunca había estado tan vacío. Los trabajadores que quedan apenas se cruzan entre ellos durante su jornada. "Somos cuatro pelaos y un gato", resume Mariano. Pero todos esenciales. El que se encarga del riego, el técnico de los bonsáis que donó Felipe González, el encargado del invernadero o Mercedes, que sigue viniendo a limpiar los edificios y que cuenta que ya se ha acostumbrado a la soledad.

Están regalando flores a hospitales y residencias de mayores / S.S

Jaime está troceando el tronco de un árbol que estaba pendiente de caer. Normalmente, trabaja para conservar y mantener los árboles, pero ahora solo atiende urgencias. Deja la motosierra y se separa los cascos aislantes. "Es sobrecogedor y, a veces, fantasmagórico. Esto suele estar atestado de gente y ahora no hay nadie. También trabajo en el Retiro y es lo mismo. Pero a la vez, es muy bonito. Les viene bien que no haya personas, pero los parques están para disfrutarlos".

Ahora el jardín, para Miguel, "parece una jungla". "Está exuberante", dice Beatriz. Los setos no están perfectamente podados, hay más hojas por los suelos y las malas hierbas rodean la rosaleda. Malas hierbas o “plantas no deseadas”, la forma correcta de hablar de ellas, según Mariano. Hay incluso setas en los caminos, "fíjate cómo está la naturaleza".

Roberto es el encargado de regar los bonsais / S.S

Mariano empezó siendo técnico de las plantas exóticas del invernadero y ahora es el especialista en árboles. Lleva 30 años trabajando aquí, en este centro de investigación que pertenece al CSIC, y se nota. Anda por los caminos como si fuera el jardín de su casa y describe casi de memoria el skyline. "Ahí está el Cedro del Líbano, la palmera, el Fénix Canariensis, el plátano..." Y el olmo del Cáucaso, que es su favorito, porque se escapó de la motosierra en la década de los 70, cuando podaron todo el jardín, y "mantiene el porte original, el que tendría en su hábitat".

Ahora interrumpe continuamente su paseo diario para hacer fotos. "Me obligo a mí mismo". Quiere enseñarle a los de fuera lo que está pasando dentro. Se para a fotografiar las flores de los árboles o las ranas asomando la cabeza en los nenúfares. Y está más tranquilo. "Normalmente, cuando me llega una alerta de la AEMET amarilla o naranja, estoy con el corazón en un puño, por si pasa algo o se cae alguna rama, pero como no hay visitantes, sé que si pasase, no afectaría a nadie".

"Nuestra voluntad es que el día que vuelva a abrir el jardín, la gente pueda disfrutarlo en plenitud" / S.S

"El jardín de los sentidos"

Madrid, entera, está en silencio. Pero aquí, aún más. Beatriz cuenta que, ahora, es consciente de “todos los sonidos que te pierdes". "Hay veces que estás sentada y oyes caer las hojas".

Por eso Mariano dice que el jardín es, ahora más que nunca, "un jardín de los sentidos". Cuenta que está pensado para que podamos disfrutarlo con la vista, el olfato y el oído. Lo primero, se cumple siempre. Pero el resto no. Es ahora cuando están apareciendo. Los olores, cuando dejan de pasarse las sopladoras. "Hoy los jóvenes no saben qué es un jardín fermentando las hojas, porque siempre estamos limpiando. Pero ahora puede sentirse ese olor a tierra mojada, a pudrición, que no es algo desagradable, todo lo contrario".

Los sonidos, ahora sin apenas tráfico en el Paseo del Prado, están por todas partes. El más evidente, el de los pájaros. Pero hay más. El agua cayendo en las fuentes. Las hojas crujiendo. O las ranas de la charca que diseñó Mariano hace cinco años. "Los tienes todos. Y para el tacto, solo tienes que tocar las hojas o los troncos". ¿Podremos? "Bueno, los troncos no los vamos a desinfectar, eso seguro", bromea.

Sara Selva Ortiz

Sara Selva Ortiz

Redactora de la sección de Nacional. Antes trabajó en el equipo de Hoy por Hoy, en Economía, en Informativos...

 
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