El paseo, un acto desesperado y poético
El escritor Juan Tallón reflexiona sobre el acto de pasear, en el que hay "algo de inservible e inútil pero también catártico"

El paseo, un acto desesperado y poético
02:56
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
No vale cualquiera para pasear. De entrada, pasear no es caminar. Vas a los sitios caminando, sí, a trabajar, a hacer la compra, a cenar fuera. Paseando sin embargo no vas a ninguna parte, simplemente sales y al rato, cuando te apetece, te vuelves.
En el paseo hay algo de inservible e inútil pero también catártico. Recuerdo a mi abuela ponerse el abrigo, la bufanda y el gorro y, cuando mi abuelo preguntaba dónde iba, responder: “¿A dónde quieres que vaya? A ningún sitio”. Después salía y tardaba dos horas en regresar. Le gustaba a andar por ahí, sin llegar a ninguna parte y dar la vuelta. Regresaba como nueva. Un paseo es un acto desesperado y poético. Quieres que te dé el aire, deambular sin techo, cruzarte con desconocidos quizá. Y sobre todo no pensar.
Hay gente que cuando se pone en marcha desea recalar en un punto y hacer algo, lo que sea. No quiere creer que se levantó y salió de casa para nada, solo para pasear. Yo creía que era de esos, pero ahora sueño con el paseo del domingo con mi hija a ninguna parte. Supongo que es imposible vivir sin contradicciones.